Muchos recordaréis que hace algunas semanas nos levantábamos con un titular de esos de impacto, común en varios medios informativos: “La vida artificial ya está aquí” o “Científicos crean vida artificial” rezaban algunos de los titulares de los periódicos de mayor tirada nacional. Madre de mi vida, vida artificial… ¡y yo con estos pelos! Bueno, maticemos (y maticemos mucho). Aquí en Murraymag no nos interesa venderte la moto, así que te diré que nada más lejos de la realidad, desafortunadamente… (porque de ser verdad, hubiese sido un pelotazo). Eso sí, sin desmerecer que supone un avance enorme en el campo de la biología sintética y las implicaciones que pueda traer consigo (prometo dedicar una próxima entrega a detallártelo con pelos y señales), el generar un cromosoma sintético completo y conseguir que se perpetúe, en un microbio como es la levadura de la cerveza.
Pero bueno, el tirón de la noticia me viene al pelo como introducción al tema del que te quiero hablar hoy: el origen de la vida. Porque no vamos a ponernos a hablar de vida artificial, sin que primero sepas cómo se originó la vida tal como la conocemos ¿verdad?. En línea con el artículo del pasado domingo, éste es otro de los grandes misterios de la ciencia, de nuevo muchas teorías, y múltiples respuestas. Es un tema muy extenso, hay teorías y respuestas de todos los colores, pero vayamos con las más conocidas. ¿Preparad@? Pues al lío…
Si menciono la Teoría de la generación espontánea, todos nos retrotraemos a nuestra tierna adolescencia y recordamos aquellas aburridísimas clases de biología en la que nos contaban aquello de que al dejar un trozo de filete abandonado en un plato, a los dos días aparecían moscas y larvas de gusano. Conclusión: la vida surge de la combinación de materia orgánica e inorgánica, dejadas de la mano de dios. ¡Tócate los cataplines!. Bueno pues eso que no te crees ni tú, lo defendía el propio Aristóteles y fue la idea general hasta que nuestro amigo Luis (Pasteur, el de las vacunas, ese…), se puso serio y demostró, con un experimento la mar de práctico y muy baratito, que aquello era pura charlatanería y una mera falacia (no le quiero quitar mérito a Lazaro Spallanzani, que le allanó el camino, pero es que Pasteur le da más glamour al artículo).
La Teoría de la panspermia, en cambio, nos viene a decir que la vida en la Tierra no se originó en la Tierra, sino que los primeros “pobladores” (microbios, por supuesto, no te imagines a Kant y Kodos en su nave fecundando por doquier cual Dinio en la fiesta de la primavera, seriedad por favor…) llegaron en un meteorito que impactó nuestro planeta, allá por los tiempos de Maricastaña. Sí, sí, lo sé… ¿estós tíos de bata blanca todo lo explican con un impacto de un meteorito o qué? Como diría el gran Chiquito: una mala tarde la tiene cualquiera. Pero espera, no corras tanto a descartar esta teoría porque lo que en principio parece algo cogido con alfileres, tiene sus bases para ser una teoría más que probable, teniendo en cuenta primero que existen en nuestro planeta microorganismos llamados “extremófilos”. Son capaces de vivir en condiciones extremas de temperatura (muchos se han aislado de fosas marinas y proximidades de grietas volcánicas) y de resistir radiaciones que bien podrían ser las equivalentes a un “viaje interestelar”. Si aún no estás muy convencido, ahí va la prueba definitiva: el meteorito ALH84001. Descubierto en la Antártida y de procedencia marciana (o sea, de Marte), contiene lo que parecen ser restos fósiles de bacterias primitivas (y… ¿¡marcianas!?). Sus detractores defienden que los restos pudieron originarse por contaminación con bacterias existentes ya en la Tierra durante el impacto, con lo cual no formaban parte del meteorito original. ¿Tú que opinas? A mí no me mires…, ya te he dicho que en Murraymag no te queremos vender la moto. Yo sólo te lo cuento.
La última: la Teoría de la sopa primigenia (nada que ver con Ferran Adrià, aunque seguro que si la preparase él te cobraba un pastón). Ésta es la más citada en los libros de texto, la estrella del rock de las teorías sobre la vida. Pongámonos en situación: planeta Tierra, hace unos 3.000 millones de años, agua por todos lados, elementos básicos que se han ido acumulando en las proporciones adecuadas (hidrógeno, metano, amoniaco…), una descarga eléctrica y… ¡zas! Materia orgánica. Los primeros compuestos orgánicos comienzan a reaccionar entre sí dando lugar a moléculas más complejas y… ¡zas! Proteínas y ácidos nucléicos. El germen de la vida. Ojito: entre ¡zas! y ¡zas!, van millones de años, a ver si te piensas que esto se hace en 6 días (espera, ¿de qué leches me suena a mi eso…?). En fin, esta teoría tiene, como casi todas, su demostración científica correspondiente, aunque aún recuerdo a uno de mis profesores universitarios diciendo que “con todo lo que enriquecieron el caldo antes de darle el chispazo, lo que no sé es cómo no salió un león del frasco”. Vamos, que las condiciones eran tan favorables, que parece que no fuesen ni reales…
¿Qué te parece? ¿Con cuál te quedas? La próxima semana, prometo más y mejor.
Interesante artículo, José Luis. Uno de los caballos de batalla de los profesores de ciencias es acabar con tanta manipulación conceptual : ¿por qué llaman ley y consenso a lo que tan sólo es una teoría? Por lo demás, ya se sabe, la Ciencia «de la últimas causas» ha devenido en filosofía cuando no en simple charlatanería. Es bueno que hagas esta labor pedagogía. Qué digo bueno, imprescindible.
Un saludo.