Sombras de flexo, zumbidos de calor, parmesano ambiental.
—(Entrando por la puerta) No me lo puedo creer. Pero si está todo igual.
—(Leyendo un libro) ¿Hum?
—No has hecho nada de lo que habías dicho. La cocina continúa empantanada, la montaña de ropa limpia sigue sobre el sofá y las pelusas continúan siendo las amas del pasillo.
—Un momento, estoy terminando la construcción del ábside de la prime…
—Deja el puto libro de una vez. ¿Qué crees que vas a conseguir con tanta lectura?
—¿Hola? ¿Confundiste un periódico con un croissant en la cafetería de mentira donde desayunas?
—(Andando hacia un lado) No puedo soportar tanto libro descolocado y todas esas revistas que acumulas en el baño. Si por lo menos tuvieras alguna en la que salieran gónadas, sería hasta normal.
—Sabía que tu ardor combinaba rasgos fogosos y muestras de ultraviolencia, pero no…
—(Andando hacia el otro) Joder, hasta me divertiría que, cuando se desparraman sobre mis pies al coger una toalla, alguna vagina humeante o un pene sudoroso me pusiera la zancadilla.
—¿Tienes hambre? Tenemos riso…
—De verdad, ¿qué esperas tener después de que termines el libro? ¿Nuevos sentimientos que llevarte a la boca? ¿Te has creído un maldito gourmet de la pasión?
—Bueno, tengo que reconocer que hoy me ha quedado muy bien el arroz.
—Pues para que lo sepas, las personas que persiguen sus sueños, esas que reinventan sus fantasías y enarbolan la tétrica bandera del optimismo son las peores criminales del mundo. ¿Acaso piensan en lo que provocan cuando hurgan en lo inimaginable y extraen otra película, libro u obra de teatro, como si tal cosa, o cuando se les ocurre emplear la admiración que obtienen para dignificar otra cruzada por los derechos humanos?
>> Lo hacen, así son las artistas: monstruos iracundos que levantan sus pezuñas para atrapar el Sol y acercárnoslo. ¿No han pensado en la agonía que supone cultivar un jardín con unas flores tan hermosas, para luego verlo agostarse y morir? Eso no lo piensan jamás. Jamás piensan en lo que nos pasa a nosotras cuando nos abandonan, en qué mundo nos dejan tan miserable y pútrido para irse a… otro sitio.>>
—No te había visto así desde que terminaste ‘La casa de los espíritus’. ¿Estás buscando el equilibrio que te traiga la paz?
—No me queda paz, ni bondad, ni sentimentalismo. Odio la vida y podría cometer cualquier acto para demostrarlo. Ha muerto Robin Williams; resucitaría la hecatombe, si supiera que lo traería de vuelta.
—Lo he visto en el Murray Mag. Parece mentira lo que el humor puede producir.
—Te pediría, por favor, que ahora no me calentaras más la cabeza. Me gustaría que el mundo compartiera cada onza de mi dolor y tengo que volver al trabajo. Alguien dijo de tomar una caña y se ha transformado en la despedida oficial de vacaciones. Hasta la estirada de Fernanda se ha apuntado.
—Suena que tendréis una jornada intensa, entre tanto botellín y copazo.
—(Hurgando en la nevera) El pepino eleva la ginebra a bebida espirituosa, y dios sabe que necesito algo que me calme el alma. Bueno, será solamente un rato. Volveré antes de…
—Alguien tiene que trabajar duro para sacar esto adelante, no? También dijo dios que unas a ganarse el pan con su sudor y otras a arrastrarse por el dolor del parto.
—Cuando te encuentre las gónadas, recuérdame que te las corte.
(El portazo provoca que caiga el telón. Se levanta con un anuncio obligatorio de moral sexual)
(Vuelve a bajar el telón)
Fin del Acto I