Brillos en la ventana, silencio disipado, sendero de sándalo.
—Vaya, hacía tiempo que no te veía sonreír.
—Hacía tiempo que no tenía un rato tan placentero. Deberíamos contentarnos con las necesidades vitales. Y olvidarnos de lo demás.
—¿Cómo comer y copular?
—O copular y comer. Siempre insistes en cambiar el orden de los productos.
—Bueno, si echas el tomate antes que la cebolla…
—Comer y copular, recuerdas? No lo margines todo a los fogones de la cocina.
—La salsa es el summun de la conquista de la naturaleza. Si acaso la gente compren…
—(Al compás) el summun de la conquista de la naturaleza. Si acaso la gente comprendiera el don de Prometeo, arrojaría sus hornos microondas por la ventana. En serio, escribe un libro y cuéntalo todo. El mundo de la mitología te lo agradecerá infinito.
—(Mirada de recelo y sospecha igualmente infinitas) ¿Cómo?
—(Extendiendo los dedos en el aire) Ya casi puedo ver el premio: ‘Reflexóloga de creencias muertas del año’. Es mejor que el título de ‘Filósofa de la polea’, que tenías cuando currabas.
—Me parece que la idea de dominar la naturaleza, el mundo, el universo, no es cosa para relamerse de sarcasmo. No sabes la cantidad de botham que han muerto… digo, de personas que han perecido para que sepamos tan poco.
—No, pero sí sé cuánto tu apócrifa verborrea puede estropear mi buen ratito. Me desespera que todo lo que soy, mis momentos felices, los tristes, la sensación del sol en la cara, la intimidad de la noche, la nostalgia del pasado, la excitación del futuro, mis propios sueños, mis propias amigas; todo eso, se lo tenga que agradecer a una leyenda, a una idea, a un dios hermafrodita, o al mismísimo Luzbel-Belial-Lucifer.
>> Parece que siempre tiene que haber algo entre yo y mi propia vida que defina como somos, inmiscuyéndose entre lo que aprendo y lo que deseo, marcando los pasos que doy, dándole un sentido extraño a los recuerdos que componen mi experiencia. Me niego a que lo que nos ocurra, o lo que pase en esta cama, tenga algo que ver con… un serafín cegato y desnudo. Ni con ninguna otra entidad divina o sobrenatural.>>
—Si el doctor Latex te escuchara…
—Le reviento. No me dura ni uno, de verdad.
—He visto los restos. Me imagino que las orgías que se celebraban en las fiestas de Demeter debían terminar igual; es difícil creer que todo el mundo se contentara con enterrar una muñeca en los campos de labranza.
—¿Sabes que tu atractivo aumenta con tu altruismo?
—No me lo puedo imaginar.
—Ciertamente. Ahora, respeta el silencio y tráeme un helado de la nevera.
—¿Quieres interponer dulces calorías congeladas entre nosotras?
—Mejor eso que un cuchillo de sacrificios, no te parece? Tienes cara de víctima propiciatoria.
La imagen que acompaña a este artículo es de Anabel H. ©