[Tragos amargos] Eye of the tiger

tragos amargos

¿Ves esa mirada en sus ojos, Rocky? Cuando tú y yo peleamos tenías esa mirada y por eso me ganaste. La mirada del tigre, Rocky… ¡La mirada del tigre!

-Apollo Creed, en ‘Rocky III’-

Domingo.

El sol se pierde en horizontes difusos, ahogado por los gases contaminantes e intoxicado por la atmósfera irrespirable del atardecer dominical. Poco a poco, con la melancolía de las salas de espera del tanatorio, los tigres de cristal comienzan a aparecer entre las primeras sombras del atardecer. Al principio, observan el entorno, adaptando sus ojos a la falta de luz y vida. Sus pupilas se dilatan incandescentes, con el fulgor de la vida que se fragua en los altos hornos de su existencia. Sus garras afiladas rasgan los adoquines emitiendo el sonido característico de los tambores de guerra.

La noche en la pequeña gran urbe es una jungla de cristales rotos. Como ellos.  Los peligros acechan a cada paso, al igual que las presas. Siempre queda alguna presa agazapada por la realidad. Merodeando por los caminos sinuosos de las calles oscuras, se pierden en la sabana granítica, buscando la supervivencia. Su cuerpo fluye en la penumbra de los callejones sin salida. Una noche más en la resistencia animal. Se despliegan como una tela de araña sobre la superficie gris de la ciudad, buscando el sustento que les permita sobrevivir un día más.

No suelen coincidir entre ellos. Son animales solitarios. Necesitan su propio coto de caza lejos de los lugares comunes. Los lugares comunes son su mayor peligro. En la multitud, el aturdimiento les asalta. La estampida de los grandes rebaños les aplasta contra el cementerio de elefantes. Quedan pocos. Son imprescindibles.

A veces, el azar los hace coincidir en el espacio – tiempo. Se encuentran por una casualidad del destino ¿Seré yo o será mi reflejo lo que tengo ante mí? Con la incertidumbre del cazador cazado, repiten miméticamente los movimientos corporales de su alter ego. Las miradas se cruzan. Son idénticos ¿Seremos todos tigres de cristal o simples reflejos de lo que querríamos ser? ¿Seremos hologramas sin mayor proyección que mantener un día más el corazón latiendo? Su simetría les hace dudar hasta la extenuación. Realidad virtual en la que vivimos que nos absorbe hasta la incertidumbre de no saber quiénes somos. En la confusión, rodeados de maleza y depredadores aborregados, los tigres son frágiles y quebradizos como el cristal, porque dudan de lo que son. ¡DUDAN! de su posición en la cumbre de la cadena alimentaria de los días y las noches. Dudan de su poder y capacidad porque tienen pánico a la jauría de borregos ¿Quién les engañó? ¿Quién les puso delante del espejo de sombras? ¿Quién accionó la película de la vida y les convenció de que lo que veían era realidad y no ficción? ¿QUIÉN?

¿Nos habremos convertido en corderos y no seremos hoy más que el reflejo de aquel tigre que un día soñamos? Tigre que incluso logró volar por encima de las nubes de la incertidumbre que hoy les aniquila ¿Quedará algo en nosotros del tigre con ojos ardientes que desafiaba los bosques de la noche cuando todavía era el depredador de la realidad? Tigres de carne y hueso y no de cristal, como les fundieron en el crisol de sueños y esperanzas.

¿Volveremos a ser lo que somos?

¿Volveremos a ser martillo y no yunque?

Volveremos…

El tigre

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quién hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

(William Blake)

La ilustración que acompaña a este artículo es de Daniel Crespo.

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