Relatos bíblicos vs. hechos científicos

Con la Semana Santa ya casi finiquitada, y a punto de terminar las vacaciones (¡ooooooh!), hoy Domingo de Resurrección (¡Aaaa-le-lu-yaaaa!) te traigo un artículo divino, y nunca mejor dicho. He pensado que al igual que la televisión tira de parrilla bíblica para amenizarte las sobremesas durante esta semana (‘Ben-Hur’, ‘Rey de reyes’, ‘La Pasión de Cristo‘, alguna de Joselito cantándose una saeta…), yo voy a tirar del clásico de los clásicos y te voy a contar hoy qué de científico y qué de milagroso tiene alguno de los relatos que encontramos en la Biblia.

Indagando por la Red, encuentra uno numerosos estudios serios (y alguna que otra parida, cierto) dedicados a intentar dar una explicación racional a muchos de los episodios, milagrosos o no, recogidos en el proclamado libro de los libros (con permiso, claro está, del Quijote). Y es que así somos los científicos, que andamos siempre queriendo explicar todo. No tenemos remedio. Con lo fácil que sería cerrar los ojos, taparse los oídos y exclamar un sonoro: la-la-la-la-laaaaaaaa como toda respuesta, ¿verdad?

Claro está que hay episodios que por mucho que la ciencia se empeñe, pues no hay por dónde cogerlos. Lo de convertir el agua en vino, por ejemplo, multiplicar panes y peces, lo de las lenguas de fuego y el espíritu santo… por el momento lo vamos a dejar aparcado. Lo dejaremos en milagros y ya. ¿O acaso insinúas que son mentira? ¿Eh? ¿Eh? ¡¡Blasfemiaaa!! Por dónde iba… ah, eso, lo de las explicaciones racionales. Veamos los más clásicos y sus posibles explicaciones (ojo que no lo digo yo, que son todo estudios documentados):

Moisés abriendo las aguas para cruzar el Mar Rojo. Existen estudios llevados a cabo por investigadores rusos y alemanes que indican que existen ciertas condiciones que lo pudieron hacer posible: hay evidencias de que pudo existir un arrecife, que hace alrededor 3.500 años podría haber estado mucho más cerca de la superficie, y que un viento sostenido de unas 60 millas por hora durante la noche podría haberlo dejado expuesto momentáneamente durante unas horas, permitiendo cruzar. Unas cuatro horas hubiesen sido más que suficientes para cruzar la distancia de siete kilómetros que separa ambas orillas. Existen muchas más teorías, te pongo la que más me gusta. Porque sí.

El arbusto en llamas mediante el que Dios hablaba a Moisés, y que parecía arder sin fin. Como verás Moisés es el pequeño Nicolás de la Biblia, está en todas. Uno de los arbustos más comunes de esa zona es el arbusto de acacia, una madera hoy día muy utilizada para generar carbón vegetal. El arbusto simplemente debía estar creciendo próximo a una pequeña chimenea volcánica y debido a una emanación, al paso de Moisés, prendió. El hecho de aparecer ardiendo “sin fin”, tal como se relata en la Biblia, tiene su explicación en el tipo de madera, que no se reduce a cenizas. Ahora bien, lo de que el arbusto hable… ahí ya no entro.

Las plagas de Egipto. Atento que esto es un estudio que involucró a científicos de diferentes disciplinas, desde biología marina, pasando por entomólogos y expertos en enfermedades infecciosas. A mí, particularmente, me encanta. Un evento que los desencadena todos, simple y elegante. Todo se originó por un crecimiento masivo de un tipo de alga roja, debido a un cambio brusco en las condiciones climáticas, que liberó toxinas que contaminaron el Nilo y envenenando miles de peces. El dramático descenso de la población de peces propició un aumento sin precedentes de la población de ranas (no había peces que se alimentaran de los huevos de los anfibios) que invadieron las tierras. Estas mismas condiciones climáticas favorecieron la expansión de especies de insectos, transmitiendo enfermedades entre los humanos y los animales como la peste, la lengua azul, etc…

Jesucristo caminando sobre las aguas. Aquí hay algo más de controversia, y hay explicaciones para todos los gustos: desde investigadores que sostienen que andaba realmente sobre agua helada (lo cual daría que pensar del nivel intelectual de los discípulos para denominar un aquello milagro…) hasta teorías más elaboradas como el “Efecto harina de maíz”, que puede aumentar la tensión superficial del agua de tal manera que, aún siendo líquida, permita a un hombre desplazarse sobre su superficie sin hundirse. Eso sí, debe estar en contínuo movimiento ya que si se para, la tensión generada por el peso estático es suficiente para hundirlo. La propiedad física que lo explica se denomina tixotropía. Pero… el agua no es un fluido tixotrópico, ¿entonces? Bueno, la explicación es que un movimiento sísmico reciente pudo ocurrir bajo el lago, liberando capas de sedimento que se mezclaron con las aguas del lago, haciéndolo un fluido más viscoso durante un periodo de tiempo hasta que el sedimento se volvió a depositar en el fondo.

Y con esto voy a acabar. Quedan otros pocos, aunque el de la estrella de Belén se lo preguntáis mejor a los de Cuarto Milenio, que tienen teorías más chulas que las mías. Aún así, quedan muchos enigmas sin poder explicar, por supuesto, por mucho que se intente. El más asombroso de todos, te lo dejo a modo de reflexión: si Jesucristo murió un viernes, y resucitó el domingo… Resucitó al tercer día… ¿de dónde leches salen ahí tres días?

bluebird Comunicación
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