Parece una pregunta absurda. Posiblemente lo sea. Sin embargo, un reciente estudio publicado la semana pasada por científicos de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) sugiere que quizá tengamos que planteárnosla en serio.
Empecemos por el principio, que siempre es un buen punto para comenzar. Si alguno de vosotros ha tenido o tiene parientes mayores, ya pasando los 80 me refiero, que se han criado en pueblos relativamente pequeños o ambientes más rurales, no en grandes ciudades con todas las comodidades, familias con muchos hermanos, personas que han trabajado toda la vida en el campo… Si alguno de vuestros familiares o conocidos casa con el perfil que acabo de describir, habréis notado que rara vez enferman, y que ni mucho menos son personas que muestren síntomas de alergia ante prácticamente nada.
También incluso habréis escuchado a alguno de ellos decir, cómo sus padres les enseñaron, o los padres de sus padres, cuando eran jóvenes, que eso de ducharse todos los días no era bueno, y lo de bañar a los niños pequeños tan frecuentemente los iba a debilitar… Yo sí que lo he escuchado alguna vez, de hecho tengo recuerdos de pequeño de oírselo decir a mi bisabuela, y pensar «¿cómo no va a ser bueno lavarse todos los días?». Hay que ver, antiguamente la gente eran unos guarretes de cuidado…
Bueno, pues parece ser que una vez más, la ciencia confirma algo que la sabiduría popular ya venía conociendo de antiguo. Y es que, volviendo al estudio, este grupo de científicos suecos han postulado que (ojo a lo que te voy a contar) los hijos de familias que lavan los platos a mano, desarrollan menos alergias que los que usan lavavajillas. ¿Y esto por qué? Pues simplemente porque los platos del lavavajillas terminan muchísimo más limpios y libres de gérmenes. ¿Y eso no es mejor? Sí y no.
Sí, por razones obvias que no necesito explicarte. Y no, desde un punto de vista inmunológico. La denominada Hipótesis de la Higiene, formulada por David Strachan en 1989, ya postulaba que el contacto con microorganismos del ambiente a una edad temprana propiciaba un mejor desarrollo del sistema inmune: nuestro cuerpo conoce más variedad microorganismos y desarrolla mejores armas para combatirlo. También es otra forma de enriquecer nuestra microbiota. Y los descubrimientos de este nuevo estudio van en esa línea.
Aunque este estudio gira en torno al tema del lavavajillas, existen otros anteriormente en los que se comparan otro tipo de factores ambientales o estilos de vida, como por ejemplo hijos de familias numerosas, niños criados en ambientes rurales o de familias que regentan granjas, todos tienden a desarrollar unos índices de alergia muy bajos o prácticamente inexistentes. También los hábitos alimenticios durante los primeros años de infancia juegan un importante papel: la lactancia materna, el comer alimentos frescos o recién elaborados (entiéndase por ejemplo el caso de hortalizas o productos del campo recién cosechados) que tienen un contenido en microorganismos mayor que los súper-esterilizados y mega-hiper-ultra-tratados industriales.
Pero cuidado con las interpretaciones, que hay gente muy loca. Este nuevo hallazgo no quiere decir que sea bueno que vivamos cubiertos de mierda para tener mejor salud, ¿eh? Que nos gusta mucho ver las cosas o blancas o negras (sin ir más lejos, llevamos una semana debatiendo de qué color es un puñetero vestido…). Con esta nueva información en la mano, veamos las cosas con un poco de perspectiva y actuemos en consecuencia. Para eso los suecos (haciendo honor a los autores del estudio y actuales conciudadanos del que suscribe), que tienen muchas cosas buenas pero muchas cosas malas, como en todos sitios (la sociedad perfecta es una utopía) sí que tienen un término que sólo existe en su idioma y que me viene al dedillo para cerrar el artículo: lagom, que viene a significar algo así como “todo en su justa medida”.
¡Hasta la próxima semana!