Nunca estuvo —es más, me dicen que ni siquiera existió más allá de la exquisita escritura desbordante de honestidad de Richard Yates—, pero para mí París siempre será April Wheeler. Y volver a sus monumentales calles después de haberme cruzado con ella ha hecho que la vea distinta. Más gris, como si la añorara. Más intensa. Más inalcanzable, como sólo pueden serlo las cosas bellas.
Seguía con la idea de que en alguna parte existía un mundo de gente maravillosa, tan alejada de mí como los del último curso cuando yo iba en sexto; gente que lo sabía todo por instinto, que conseguía hacer lo que quería sin proponérselo siquiera, que no necesitaba sacar el mejor partido posible a un empleo aburrido porque jamás se le ocurría hacer nada si no era a la perfección. Gente dotada de heroísmo, gente hermosa e inteligente, serena y amable, y yo imaginaba que cuando los encontrara sabría de repente que mi sitio estaba entre ellos, que yo era uno de ellos, que mi destino siempre había sido formar parte de ese grupo y que todos lo demás había sido un error; y que ellos también lo sabrían. Yo sería como el patito feo entre los cisnes. (‘Revolutionary Road’, Richard Yates).
Era allí donde debía sentirme, por fin, como el patito feo entre los cisnes. Pero, a veces, la realidad te da de bruces y París —más allá de la imaginación— es ahora una fortaleza, en la que hay controles de seguridad hasta para pasar a ciertas avenidas y los turistas se hacen selfies delante de los puntos de interés que marcan las guías sin que les brille la mirada más que cuando cae el primer me gusta en Instagram.
Quizá el instinto se perdió cuando el arte dejó de importar, cuando cambiamos Le Select por un Starbucks, cuando olvidamos que nadie llora en los brazos de Antoine (Doinel), cuando descubrimos, asombrados, que todas las ciudades van perdiendo el alma, convirtiéndose en una copia de otra copia. Y no hicimos nada más que llegar tarde a visitar el lugar en el que descansa para siempre Jim Morrison, un tipo que de verdad miró a la vida frente a frente. Sin conformarse. Y perdió.