Objetivamente gorda

Si hay un tabú que supera al tabú de ser gordo es el de autodefinirte como gordo. Dices que eres gorda en un tono neutro —sin pena ni autocompasión— y enseguida la gente que te quiere bien te corrige y te intenta sacar esa idea «horrible» de la cabeza para meterte otra nueva, ortodoxa y normativa: la de que eres «normal». «No, mujer, qué exagerada, tú estás normal», como si hubieras dicho una barbaridad, una herejía. Exagerada, te llaman. Y «normal», para terminar de arreglarlo.

Pero yo no me siento anormal: estoy orgullosa de mi cuerpo y no lo escondo. Supongo que es porque nadie ha logrado aún convencerme de que debería hacerlo. El último informe clínico dice que técnicamente tengo mucho sobrepeso, muchísimos kilos más de los que nadie creería, aunque nunca me acuerdo de preguntarle al médico qué se entiende por “técnicamente” o a quién me tengo que parecer para que me dé su beneplácito. Y yo digo que sí, que podría ser un maniquí perfecto sin un gramo de grasa, con ese hueco imposible y contra natura entre los muslos, tan en boga en las portadas de revista. Podría y no quiero. Objetivamente gorda, subjetivamente a gusto. Deportista, llena de energía y capaz de levantar mi peso en dominadas. Soy gorda y grande y también soy una persona sana y atractiva, hechos totalmente compatibles e  incontestables.

Hoy escribo esto, releo la última frase y mi yo del pasado aún me mira santiguándose y muerta de vergüenza porque, claro, no está bien que uno diga eso de sí mismo y además me ha costado muchísimo aceptarme; y no porque me sintiera jamás culpable de nada, desnuda frente al espejo, sino porque nunca han faltado personas en mi vida encargadas de hacerme sentir esa culpabilidad. Lamentablemente, una suele aprender a reírse de todo eso demasiado tarde. Pero lo importante es que atrás quedaron esas tardes de mar en los que hacía de mi toalla una crisálida, para preservar de miradas extrañas mi parodia de cuerpo de playa, lo que siempre soñé y no tuve. Hoy, si me apetece, hago topless y quien quiera mirar mi cuerpo, maravilloso, pálido, imperfecto, torturado y renacido, que mire: tengo estrías, celulitis, flacidez y un montón de rasgos de gorda y, la verdad, todo me importa, aproximadamente, cero. He hecho danza del vientre, Bollywood, semidesnudos artísticos y fotografía erótica. Nunca he invertido un euro en cremas reafirmantes ni pienso operarme de nada. La dieta me pone de mala uva y no creo que estemos en condiciones de privarnos de lo que nos gusta o debamos pasar hambre por voluntad propia.

Pues bien: dicho todo lo anterior, estoy rabiosa porque las cadenas NBC y ABC han censurado este anuncio de Lane Bryant, precioso por otro lado, y se han negado a emitirlo. NBC ha dicho a la firma de lencería que, como mucho, emitiría pequeños fragmentos del mismo pero que, en esencia, es inadecuado. Lane Bryant se ha negado a aceptar la condescendencia del canal y ha dicho que, al haber rechazado la versión íntegra, ya se encargaría de emitir el anuncio por sus propios medios.

¿Qué tiene de censurable el anuncio? Más aún: ¿qué tiene de censurable el anuncio considerando cómo son la mayoría de los anuncios de lencería? NBC no ha sido capaz de declarar que las protagonistas son objetivamente no aptas para protagonizar un anuncio —algo que debe ser erradicado—, y eso molesta. Son objetivamente gordas—aunque ellas se sientan subjetivamente bellas, libres, atractivas, «personas»—, y eso molesta, pero no han querido meterse en ese jardín. Por suerte, tampoco han hecho alusión al fugaz momento en que aparece un bebé siendo amamantado, que eso ya habría sido el acabose para las hordas feministas.

No hace tanto, en 2010, a Lane Bryant ya le censuraron este otro spot: al parecer, la modelo enseñaba demasiado. Pues, como todo el mundo sabe, si eres gorda y vas a salir en la tele o hacer vida social debes vestirte con sacos de patatas o burqa; si eres flaca, puedes hacer anuncios de todo tipo y salir medio en bolas porque es lo que se espera de ti. En realidad, molesta casi más la hipocresía purista que la gordofobia. El que diga que no vio gordas en el vídeo miente. Usted, publicista o espectador, no necesita valerse de pretextos estúpidos para censurar anuncios ni eufemismos para describir lo que acaba de ver. Diga que vio personas gordas y que no le gustó verlas porque la publicidad es el espejito mágico de una reina desquiciada que todo lo idealiza. Le guste o no, la belleza no está en ninguna prenda ni en ningún cuerpo, sino en un ojo bien educado. Lo demás es carne, y nunca mejor dicho, de debate.

bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación
bluebird Comunicación

1 Comentario

  1. A mí el anuncio también me parece maravilloso, lástima que la industria jamás abra su mente a nada que rompa sus absurdos cánones.

    Pienso que cada vez más, las personas estamos más concienciadas de que lo que nos venden no es natural, que por cada cuerpo de gimnasio hay el triple de cuerpos con algunos kilos de más, flácidos o muy delgados y no por ellos faltos de ninguna salud.

    Siempre se ha dicho que en la variedad está el gusto, pero a veces siento que tratan de vendernos un único objetivo cuando cada persona tenemos unas condiciones físicas y metabolismos diferentes. Jamás nos han enseñado a sentirnos cómodos con nosotros mismos, nos han enseñado que la comodidad es alcanzar el cánon y eso a su vez nos ha hecho sentir tremendamente incómodos con nuestro propio cuerpo porque nos han vendido que no es «normal».

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.