Muertos vivientes deambulan entre ideales falseados

¿Por qué de pequeños nos prometió soñar cuando ya hemos olvidado soñar? Todos esos sueños que nos marcamos en algún momento han alzado su vuelo y se han alejado sin compasión alguna. Tomaron altura hace tiempo, por lo que ya no distinguimos nada. En nuestro interior nos sentimos muertos vivientes que deambulan entre ideales falseados y constantes ataduras.

Palpamos el pecho izquierdo y sí, oímos el corazón latir, pero nada más. Ya nuestra sonrisa se ha borrado. ¿Hasta cuándo? Pensamos que para siempre. Al igual que hemos olvidado soñar, hemos olvidado conservar la esperanza.

Señor, ¿por qué? ¿No es cruel que pasemos por esto cuando no hay guerra, cuando no hay conflicto, cuando no hay pobreza extrema?

Apreciamos lo que poseemos, mas esto no nos proporciona ninguna satisfacción. La vida nos ha contaminado con insatisfacción, codicia y falsas realidades. Anhelamos lo que carecemos entre nuestras manos; bregamos por vidas de otros; suspiramos por una vida de fama y deseo. La nuestra misma, en cambio, nos es insuficiente.

Nos prometió soñar cuando la vida ya nos hastía. Visitas que recibimos, visitas que efectuamos, actividades con las que nos entretenemos: todo su jugo se ha diluido por el sumidero. Somos tan obsesivos con la perfección y con la sorpresa, que hemos olvidado que la vida es lo mundano.

Esperamos que en nuestras vidas se internen personas o momentos para enmarcar. No obstante, permanentemente erramos en este pensamiento. De un truco de magia ocurren 1.000 acciones rutinarias, nimias, inocuas. Así que, al vernos privados de ese truco de magia, impacientes, nos desesperamos.

Dicen, al respecto, que siempre hay una constante búsqueda de la comprensión. Que eso otorga a la vida un delicioso manjar. A nosotros, empero, no nos motiva saber más. Acrecentamos la infelicidad a medida que la concepción del mundo coge forma en nuestro intelecto. Muchas veces deseamos volvernos tontos, “estupidizarnos”, para así ignorar las miserias de este planeta.

La luz se transforma en oscuridad cuando comprendemos los contornos que rodean nuestro alrededor. ¿Por qué no nos ha hecho más simples? Vemos a nuestros perros o gatos y los envidiamos. Más allá de su vida cómoda, más allá de su vida sin trabajo,…

Nos abarrotan la testa con objetivos. Objetivos, objetivos, objetivos. Pero éstos no pueden saciarnos si no dan sus frutos.  Aspiramos a los objetivos imposibles, a aquellos que nos garanticen portadas de diarios e invasión de comentarios en la red. Han transcurrido los años, y ninguno de ellos se ha materializado. ¿Qué sentido da vivir si no se pueden conseguir?

Algunos contestarán que seguir luchando. Nosotros hemos luchado. Y el tiempo nos ha engullido, irremediablemente. «¡Aún hay más tiempo!», proferirán algunos, quizá muchos. Pero la esperanza se ha soltado de nuestra mano.

Hablan de que la música y el amor representan los dos motores principales para el empuje diario frente a los golpes duros. La música se halla por doquier. La escuchamos, la potenciamos y abusamos de ella. Mas el amor… ¡Si hoy en día pudiéramos pergeñarle una definición! ¿Quién demonios conoce su valor real? Para nosotros no son más ya que leyendas que vivieron nuestros antepasados. Como de una felicidad que no nos toca. De pequeños soñamos con convivencias sempiternas y familias risueñas. Ahora alargamos una lista de separación de bienes y educamos hijos desequilibrados. Compartir, respetar, aguantar… Todos esos vocablos se han unido a las leyendas y a los mitos. Ahora los vocablos son yo, mi felicidad personal y luego yo.

De pequeños nos prometió soñar, cuando ya hemos olvidado hacerlo. ¿Qué nos va a prometer ahora para que la vida no pierda su valor sobrenatural?

bluebird Comunicación
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