Mis recreativas clásicas favoritas: Juegos de plataformas en horizontal (I)

Muchos, demasiados “cinco duros, mamá” fueron los que otrora pedí, casi exigí llorando en alguna que otra ocasión en las que mi madre mamá, harta, me mandaba, y con razón, a paseo. Pero ¿qué decir de las máquinas recreativas? Para alguien como yo, que nací en 1984, las máquinas recreativas eran el pan de cada día: por supuesto al salir del colegio; por supuesto en cualesquiera tardes; por supuesto en vacaciones… y por supuesto los fines de semana especialmente el domingo, cuando Diego, el encargado de El Bodegón, la sala de máquinas recreativas de mi barrio, me invitaba a una partida gratis. Partida gratis, más allá de los cinco duros que me ahorraba o que me permitían jugar una partida más sin pedirle cinco duros a mi madre, más bien, que sabían a auténtica gloria…

Exactamente con las anteriores palabras me expresaba el pasado 27 de marzo cuando publiqué en mi página personal (¿acaso mi no implica personal?) Juegos clásicos de recreativas (I): ‘Blue’s Journey’, ‘Willow’ y ‘Wonder Boy 2: in Monster Land, cuyas dos segundas son, sin lugar a género de duda alguno, dos de las recreativas que más monedas de cinco duros se llevaron por mi parte. (Aquellos tiempos, cuando mi barrio no era sino un inmenso tablero de juego, fueron realmente brutales únicos auténticos: subraye la palabra adecuada).

Pero vamos al lío, ¡que yo he venido aquí a hablar de mis recreativas clásicas favoritas! Plataformas en horizontal… ¿y eso qué cipote es, copón bendito? Nada de explicaciones draconianas; este artículo será explicado un pelín mejor escrito, que no mucho más como mi yo de siete a nueve años lo hubiera hecho, solo que sin palabrotas mediante. Bien, un plataformas horizontal no es otra cosa que un juego tipo Super Mario o Sonic (ojo, en sus versiones originarias). Vamos, el típico juego en el que un muñequito se desplaza por la pantallita de izquierda a derecha, bien dando mamporrazos mamporracitos, bien lanzando flechitas, bien dando saltitos sobre las cabecitas de sus contrarios, bien lanzando bolitas por la boca… en fin, y muchos –itos e –itas más.

Pero vamos, por fin ya, al lío filipino eso es obra de mi yo noventero. No iba a mojarme en principio, pero, mira, de perdidos al río: voy a ordenarlos de mejor a peor como -pienso- lo hubiera hecho mi yo de siete a nueve años, sin tener en cuenta, eso sí, que voy a incluir una recreativa de 1996, un tal Metal… ¿qué? Pero voy a comenzar por… (oh, el que menos me gustaba de los diez):

10. E-SWAT Cyber Police (Sega, 1989)

Bueno, tengo que decir que ha sido el último de los juegos que he encontrado para completar esta decena. Y es que, lamentablemente, no recuerdo los nombres de muchos, muchísimos de los juegos que por aquellos años acribillé a cinco duros. Y de esto iba precisamente este juego, poco o nada apto para benjamines por lo explícitas que resultaban algunas de sus pantallas: de acribillar a balazos a cuanto tipo duro se pusiera por delante. Pero sí, por qué no decirlo: resultaba adrenalínico asumir el rol de aquel policía malote ganando en indumentaria cada vez más raruna pantallita tras pantallita hasta casi convertirse en una rara avis (sí, mi yo de siete a nueve años lo petaba con el latín, ¿y qué?) tipo Robocop.

9. The New Zealand Story (Taito, 1988)

El juego del pollito, vamos. Poco o nada más que decir. Cómo olvidar aquellas veces en las que, cuando nos mataban, la maquinita nos daba la opción de ir al cielo de los pollitos para intentar salvarnos superando una pantallita difícil y esto es cosa de mi yo noventero de cojones, nunca mejor dicho. Emociones como esa segunda oportunidad de volver a la vida guion no perder cinco duros solo eran comparables a la posibilidad de conseguir by the face cartitas de fútbol recogiendo bolsitas vacías de Matutano siempre de tres en tres, y así hasta el infinito y cuanto más allá hubiere de los contenedores de basura (siempre y cuando el quiosquero, eso sí, no tuviera bajos los niveles de linfocitos). Solo los noventero-futboleros entenderán el inciso anterior.

8. Magician Lord (Alpha Denshi, 1990)

¿Un juego con un personaje ¡que se convierte en otros personajes!, entre ellos un dragoncito, un clon de Shinobi o el mismísimo Poseidón y que, además, tenía un musicote que invitaba a gastarte buena parte de las quinientas pesetas de paga semanal? Sí, eso y mucho más era este plataformas horizontal tipo Castlevania y con ligeras reminiscencias de la saga Dungeons and Dragons. NOTA: cualquier juego con magos y dragoncitos son reminiscentes del D&D, eso es asín.

7. Joe & Mac Caveman Ninja (Data East, 1991)

El juego del cavernícola saltarín que, sí, por supuesto: zumbaba a sus enemigos saltando sobre las cabecitas de sus homólogos cavernícolas. O así o lanzándoles martillitos de piedra a la cabezota. ¿Qué más se puede pedir? ¡Dinosaurios! y… sí: una bella cavernícola a la que salvar. Y ya cuando conseguías los bumeranes mágicos la cosa solo podía ser superada si, tras morir en el juego, se nos hubiera brindado dado la oportunidad de ir al cielo de los cavernícolas con el fin de tratar de salvar los cinco duritos de nuestra paupérrima paguita semanal, pero no.

Años después saldría para Playstation una maravilla de las plataformas en horizontal, claro llamada Tombi!, una suerte de J&M pero a lo grande. Brutalísimo.

6. Toki (Tad Corporation, 1989)

Imaginad que sois un Tarzán culturista y que tenéis una novieta rubia la mar de apañá. Estáis de parloteo por la jungla y, de repente, os sale al paso un mono malo malote con poderes muy mágicos y un bastón que ya quisiera el mismísimo Gandalf. ¡Eso era Toki! Ni que decir tiene que el mono malo malote os convierte en un mono bueno buenazo que, obviamente y como no podía ser de otra manera, expulsa bolitas para zurrarle a sus enemigos. Cómo no, durante la partida, el mono malo malote que al final es más monete que otra cosa nos va a dar la ¡chance! de conseguir un casco de jugador de fútbol americano que nos permitirá zurrar con un torrente ingente de bolitas. NOTA UNO: de vez en cuando nos daba la chance de zurrar escupiendo fuego por su bocaza (ignoro si por algún plátano en mal estado). NOTA DOS: también, y esto de serie (ojo al dato), nos daba la ¡rechance! de zurrar dando saltitos sobre las cabecitas de los monitos gregarios del mono malo malote que al final resultara deviniere en monete.

Oh, y aquí acaba la cosa: ¡chincha rabincha! Pero solo por ahora, eh.

Y tú, ¿cuáles fueron tus recreativas favoritas?

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