¡Feliz año nuevo, gente de bien! Sí, ya sé que han pasado un par de semanas, pero a algunos nos cuesta un pelín arrancar… Bueno, vamos al lío: este año me he propuesto poner mi granito de arena para acabar con la tontería reinante, que ya está bien de escuchar las paparruchadas sin base que circulan por ahí, así que voy a empezar a dar leña a diestro y siniestro. Avisados quedáis.
Para empezar he elegido un tema especialmente sensible, y que ha costado (desgraciadamente) algún disgusto el pasado año: la vacunación infantil. Y es que los seres humanos somos así, porque a ver, sinceramente: ¿a quién le importa la opinión de un profesional médico teniendo a Google? ¿Eh? Además, que los médicos no tienen ni puta idea, está clarísimo. Todos sabemos lo suficiente de medicina gracias a internet. Seis años estudiando como un cabrón, y yo en cinco minutos ya sé lo que me pasa, que lo he mirado en Forocoches. Médico, ¡pringao! (entiéndase el tono sarcástico de las anteriores líneas, por si alguno anda un poco espeso de los “zumitos” de anoche).
En fin, acabado mi alegato, volvamos al asunto de hoy. ¿Por qué ese movimiento anti-vacunas sin sentido ninguno que nos persigue últimamente? ¿De verdad es malo vacunar a los niños? ¿Cuál es el origen de semejante paparruchada? Pues el origen, cosa que muchos de los anti-vaculas-guays-del-paraguay ni siquiera sabrán, está en un estudio publicado en la revista médica The Lancet en el año 1998, por el Doctor Andrew Wakefield.
Voy a ser cabrón y os voy a contar primero el final de la película: resulta que el estudio, es falso. ¡Ta-chaaaaaaaaaaan! Bueno, maticemos: el estudio es verdadero, porque existe, pero los datos son completamente falsos. Repito: ¡ta-chaaaaaaaaaaan. ¿Ahora qué? ¡Listillos! Pero no es falso porque lo diga yo (que ya debería ser suficiente motivo, por cierto), sino que la propia revista, que además es una de las revistas médicas más prestigiosas a nivel mundial, se retractó completamente de lo publicado y pidió disculpas por el fraude, en un comunicado publicado en el año 2004.
El estudio en cuestión, y esto sí os sonará, relacionaba la vacuna triple vírica con la aparición de casos de autismo infantil. Una vez más, repito que se demostró que el estudio es completamente fraudulento y toda conclusión carece de base alguna, dado que se basó en un número insuficiente de individuos (unos 500), los cálculos estadísticos brillaban por su ausencia, no se utilizó ningún grupo de control y la mayoría de datos recopilados no procedían de perfiles médicos sino de recuerdos de los pacientes. Recuerdos… hay que joderse. ¡Y lo publican en The Lancet!
En fin que, como podréis imaginar, una vez dicho que las vacunas pueden provocar autismo, no importa el número de estudios que vengan después refutándolo, ni las propias disculpas de la revista por publicar datos falsos, ni el hecho de que el doctor haya sido inhabilitado y expulsado de la carrera médica. Esto ya se ha quedado como verdad absoluta. Y es que, de nuevo, los humanos somos así. No importa la de veces que nos hayan dicho que es mentira, igual que todos sabemos que Walt Disney está congelado, y punto.
Para los que tengáis un mínimo de sentido común, y queráis saber, aquí van los datos interesantes: en los siguientes tres años a la publicación del estudio fraudulento, tres estudios independientes realizados, que engloban a más de un millón de individuos (ojo, que el del listillo se hizo sobre 500), no encontraron ningún tipo de conexión entre la aplicación de la triple vírica y el autismo. En 2012, el número de estudios realizados era de tal magnitud que la muestra superaba ya los 14 millones (¡14 milloneeeeeees!) de individuos. Ninguna conexión en ninguno de los estudios que relacionara la vacunación infantil con la aparición autismo. Nada. Nothing. Niente. Ingeting. ¡Náaaaaaaaaaa!
¿Creéis que es suficiente información para que no haya siquiera algún indeciso? ¡Ja! Ilusos. Aquí van los datos que os van a dejar con el culo torcío:
- Todavía hoy un 25% de los padres estadounidenses creen que las vacunas causan autismo.
- Casi un 2% de los padres estadounidenses optan por la no vacunación de sus hijos por motivos religiosos o cuestiones filosóficas (maldito seas, ¡Platón!).
- Si piensas que los estadounidenses, es que simplemente son imbéciles, no te equivoques (que igual sí que lo son, pero atiende): a raíz de la publicación del falso estudio los casos de sarampión se han disparado a 15.000 en 2011, y han aparecido más de 2.000 en el Reino Unido.
- Por si no lo sabías, e igual ahora el punto anterior cobra algo de sentido, el sarampión se declaró erradicado en el año 2000 en Estados Unidos gracias precisamente a las políticas de vacunación que se venían aplicando desde finales de los 70.
Como me estoy extendiendo un poco, y el tema da para mucho, lo vamos a dejar por hoy y os emplazo una segunda entrega que publicaré próximanente, donde hablaré largo y tendido, ahora que tienes los datos en la mano y podrás dedicarle un tiempo a la reflexión, de los mitos y leyendas urbanas en torno a las vacunas, para terminar de finiquitar esta insensatez reinante.
¡Buen domingo!