Los grandes olvidados (II): Rosalind Franklin

Volvemos al tema de las injusticias sufridas por grandes científicos a lo largo de la historia. Científicos muy lejos del reconocimiento que merecen y en la mayoría de casos a consecuencia de celos, envidias y, más concretamente en el caso de hoy, consecuencia del machismo más absoluto y denigrante. Porque la sociedad tiende a aceptar como “normal” que las mujeres tuviesen que luchar contra viento y marea para abrirse paso en la sociedad de primeros del siglo pasado (bueno, en realidad si lo piensas en cualquier tiempo pasado, qué narices…). Cosas del pasado, pensarás. Muy poquitas lo consiguieron, a costa muchas veces de ser consideradas unas “parias” en su época, bichos raros las llamaban, poco femeninas… (hay que joderse, ¿eh?). Encima, de las poquitas que lo consiguieron, la mayoría han sido apartadas de la historia y relegadas a un segundo (o incluso tercer) plano cuando ha sido las verdaderas artífices del logro del que se las intenta desvincular.

Y una de estas grandes científicas es Rosalind Franklin. Tuvo además la “mala fortuna” de ser judía en la Europa cruel y loca del primer tercio-mitad del siglo XX, pero mejor no abramos esa puerta… Doctorada en Cambridge a los 25 años, fue la pieza clave del gran logro científico de todos los tiempos hasta la fecha, que revolucionó el mundo de la biología en general y de la medicina en particular: el descubrimiento de la estructura del ADN. Y es que todos asociamos ADN al gran “dúo dinámico” de la biología molecular: Watson y Crick. Unos genios que la comunidad idolatra, y que yo me tomo la licencia de describirlos como los mayores sinvergüenzas, “bienvive” y trepas que ha conocido la ciencia.

Y es que a mediados de siglo, las dos grandes potencias científicas (el Reino Unido y los Estados Unidos) andaban a la gresca y en una carrera contra el reloj para ser los pioneros en descifrar la estructura del ADN, la base de la vida, la molécula que contiene todos nuestros secretos, la partitura de Dios, etc etc… Resulta que llega una chica brillante, al laboratorio de Maurice Wilkins (otro que tal baila, la tercera pata del banco…) en el King’s College de Londres, precedida por un brillante currículo obtenido en París en el campo de la cristalografía de rayos X. Aquí el amigo Wilkins se va de vacaciones coincidiendo con la llegada de Rosalind, y al volver y conocer todas las mejoras conseguidas tras la llegada de “la nueva”, se empieza a poner nervioso.  ¿Compartir mis investigaciones con una mujer? Jamás… A todo esto, Rosalind continuaba con su labor incansable y tras aplicar sus conocimientos de cristalografía obtuvo la famosa Fotografía 51 (nada que ver con el área 51, no seas melón que esto no es Cuarto Milenio) que a la postre se convertiría en el “Eureka” que los dos zumayos que os nombré antes (Watson y Crick) necesitaban para resolver la estructura del ADN, ya que andaban atascados y no lograban unir todas las piezas del puzzle. Resultado: publicaron en Nature su famoso descubrimiento en 1953. Ni una sola mención de Franklin, por supuesto, faltaría más…

¿Cómo llegó a manos de ambos la fotografía? Buena pregunta: el bueno de Wilkins, muerto de envidia, robó la foto y se la enseñó al dúo dinámico a espaldas de Franklin. Confabulación en la sombra. Desgraciadamente, años de investigación se quedaron en nada, y los méritos fueron para el trío calavera. Para mayor injusticia, la pobre Rosalind murió en 1958 a la edad de 37 años víctima de un cáncer de ovario, posiblemente causado por las largas exposiciones a los rayos X, como ya le pasara en su día a otra grande de la ciencia (Marie Sklodowska Curie), ya que por la fecha, las medidas de seguridad en referencia a la exposición a semejante radiación dejaban mucho que desear.

El descubrimiento de la estructura del ADN les valió el premio Nobel en 1962 a Watson, Crick y Wilkins. ¿Y qué pasa con Franklin? Desgraciadamente, como si no fuese suficiente el olvido intencionado al que fue sometida por sus “compañeros”, la academia sueca no concede premios Nobel a título póstumo, con lo cual, la historia no hizo justicia a la pobre Rosalind y ninguno de los galardonados tuvo la decencia de siquiera mencionarla en ninguno de sus discursos de agradecimiento.

“Menuda panda de mal nacidos”, estarás pensando. Suerte que los tiempos han cambiado y ahora las mujeres en la ciencia tienen el reconocimiento que merecen, ¿verdad?… ¿verdad?… Si eres de esa opinión, pica aquí y lee, y luego a tu cuarto sin cenar, por listo.

bluebird Comunicación
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5 Comentarios

  1. Si Wilkins robó o no la famosa fotografía 51 es discutible (personalmente nunca hablaría de robo, aunque sí actuó incorrectamente al enseñarle la radiografía a Watson). Lo que no es discutible es que Wilkins citó (y agradeció) en varias ocasiones el trabajo de Franklin durante su discurso de aceptación del Nobel. Está colgado en la web de la academia sueca si tiene interés en comprobarlo.

    • Gracias por el comentario. El «dúo dinámico» agradeció la «preciosa foto» en el artículo de Nature (un agradecimiento cojonudo), y durante el discurso del Nobel la obviaron frente a otras 98 citas. Cierto que Wilkins la mencionó, no te quito razón, pero la agradece como un simple asistente ténico (una chacha, vamos…). Muy emotivo.

      • Ni Watson ni Crick hablan en su discurso de agradecimiento de la determinación de la estructura del DNA, si no de sus actuales (en aquel entonces) investigaciones, que iban sobre transcripción y traducción, sino recuerdo mal. De ahí que no citen a Franklin (o a Chargraff o a Donohue). Y lo hacen así, sino recuerdo mal, porque acuerdan con anterioridad no repetir tema en sus discursos. Wilkins es el único que habla de la estructura del DNA, y Wilkins la recuerda:

        “Rosalind Franklin (who died some years later at the peak of her career) made very valuable contributions to the X-ray analysis”

        “Thanks to (…) my late colleague Rosalind Franklin who, with great ability and experience of X-ray diffraction, so much helped the initial investigations on DNA”

        A mi no me parece que le agradezca nada como a «una chacha». Pero es mi apreciación, claro. Por último, yo reconozco que la contribución de Franklin a la determinación de la estructura del DNA fue, en su momento, subestimada. Y agradezco la labor divulgativa de artículos como el suyo. Simplemente quería matizar una de sus afirmaciones.

        • Te agradezco mucho el matiz, por supuesto. Simplemente es cuestión de apreciaciones, como bien dices. A mí personalmente no me parece que un agradecimiento como «so much helped» haga justicia a la labor de Franklin como co-autora del descubrimiento.
          Respecto a Watson y Crick, bueno… prefiero no entrar porque entonces no acabamos.

  2. La última, lo prometo 🙂
    Wilkins recopila en su discurso lo que se sabe del DNA hasta la fecha, desde las primeras investigaciones (pre-Franklin) por supuesto las gordas (con Franklin) y todas las realizadas después de que Rosalind se fuera del King’s College, fundamentalmente confirmativas, pero importantes también. Por lo tanto, tiene que agradecer muchos años de investigación, y es lo que hace. No esconde a Franklin, pero tampoco la destaca excepcionalmente. Y eso la mayoría lo consideramos injusto. Pero las cosas cómo son. Rosalind fue mencionada, y con (sentido o no) cariño.

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