Domingo, 9 de septiembre de 2012. Dun Laoghaire, Irlanda. En un mercadillo cualquiera, una librería ambulante. Montones y montones de libros de segunda, tercera y enésimas manos a precios súper reducidos. Todos, o casi todos, obviously, en inglés. (Toda vez que ya me lo leído en español) pregunto al librero si tiene El Quijote (en inglés, claro). Me dice que no. Pregunto entonces por alguno –cualquiera– de Ray Bradbury. Tampoco. Finalmente me viene con The Speed of Light,by the author of Soldiers of Salamis, y que tuviera que leer en el instituto (primero de Bachillerato, tal vez o casi seguro): Javier Cercas en un pueblo de Irlanda a las afueras de Dublín, a mis 27 años… y en inglés. En fin, «no puedo” dejar pasar la oportunidad: compro el libro, obviously. Comienzo a leer. Muy interesante, pero solo llego a leer algo más de diez páginas en algo más de tres horas. Diccionario, anotaciones, etcétera. Es lo que tiene no ser un hacha de los idiomas a mi edad y pretender recorrer ahora, a mis 27 años, el camino no recorrido mucho antes. Pero, bueno, me creo feliz siendo un paleto ceceante del inglés a mi edad. Sin excesivos problemas de comunicación, sí, pero casi como un niño de 5 años dando sus primeros pasos con el abecedario. En fin, que una cosa lleva a la otra. Echo un vistazo aquella misma noche a lo que ha sido de Javier Cercas los últimos años. Lo único que de él sabía era que no hacía más de dos años había recibido un importante premio literario. Así era. Y leo, en Wikipedia (cómo no):
Polémica
Tras un artículo del académico Francisco Rico sobre la “Ley Antitabaco” en el que aseguraba no haber fumado en su vida cuando es fumador empedernido, Javier Cercas salió en su defensa con un texto en el que reivindicaba el derecho a emanciparse de la verdad factual, empleando en su lugar “una verdad irónica y emancipada de la tiranía de lo literal”. (Arcadi) Espada, que había polemizado repetidamente con Cercas acerca de la utilización de la ficción en la narración de hechos reales, decidió aplicar a Cercas su medicina, y afirmó en una de sus columnas que el novelista había sido detenido en una redada contra la prostitución que se había producido en el madrileño barrio de Arganzuela.
En fin, efecto de lo viral o, simplemente, efecto de la casualidad (o la causalidad, quién sabe), la cuestión es que acabo topándome con un interesantísimo debate sobre el título que reza en este artículo.
Valga por delante: todos los seres humanos –sin excepción alguna–, bien por convicción, bien por devoción, hemos mentido alguna vez. Somos –lo dicho: todos los seres humanos, sin excepción alguna– proclives a la mentira, ¡y qué! Y es que la mentira, no nos engañemos, no entiende de razas ni colores, menos aún de sexo, edad o condición religiosa o pagana. Unas veces de palabra, otras de pensamiento, otras de obra y otras por omisión, ni el más papista se salvaría si al de arriba –o al de abajo– le diera por enchufarnos la máquina de la verdad (o de la mentira).
Pero entremos en faena. Una vez escribí:
Axioma reflejo indirecto
sobre la importancia de la mentira:
si «mentir» es el verbo de «mentira»,
¿cuál es el verbo de «verdad»?
No te molestes: no hay respuesta, pero he aquí, aquí y aquí (pincha en todos los aquí) algunas de mis reflexiones al respecto.
Pero, sí, entremos en faena. He de admitirlo: no sabía cómo afrontar este mi sexto primer artículo (de verdad) para Murray Magazine. Vean si no cómo me hice –con perdón y todo el respeto del mundo– la picha un lío al comenzar a redactar:
Ejemplo 1: un titular:
“Curso tralará 2.0 de introducción al arte de contar mentiras”
Ejemplo 2: párrafo de introducción:
¿Eres de los que se cree lo del perro de Ricky Martin o la Oreja de Van Gogh en el extinto La Noche Abierta de Pedro Ruiz? ¿Te conmocionas cuando lees las noticias de El Mundo Today? ¿Te resulta inevitable ese impulso irrefrenable a compartir cuanta noticia o fotografía comparten tus amigos? ¿Fuiste fan del Enterrador del Pressing Catch y desde entonces tiendes a dictar obituarios por doquier? ¿Te emocionas cuando lees esa frase única e irrepetible de tu escritor favorito?
Después de mucho reflexionarlo, llegué a la conclusión de que no era de nada de lo anterior de lo que quería hablar en este artículo para Murray Magazine. Así que, tras varios cafés y cientos de caladas virtuales (estas “de verdad, créanme”, no como las de Rico), torné al origen de lo que, en un futuro más o menos inmediato, será el comienzo de una serie de artículos sobre el antetítulo que reza este artículo. Tiempo ha que escribía en un blog (iba a decir personal, y luego iba a decir “pero ¿qué blog no lo es?”, para luego entender que no, que no todos los blogs son personales) de nombre sugerente (siempre me ha parecido sugerente, no me pregunten por qué): La Tertulia de la Urraca. Ya chapado, y entre morrallas y pajas mentales varias, quedaron (quedan, más bien) en él historias que merecen la pena –pienso, me convenzo– ser relatadas, transmitidas. Una de ellas, quién sabe si por haber quedado inconclusa, es de la que quiero hablaros: de la de tres tipos (Francisco Rico, Javier Cercas y Arcadi España) y un detonante (el extracto del que he hecho mención al comienzo de este artículo). Y ahora, para seguir esta suerte (o mala suerte) de hilo de Ariadna, he de apelar a vuestra entera atención (y disposición). Así pues, han de pinchar en el siguiente enlace:
La primera parte del artículo es pura paja. Vayan, pues, al final del mismo, al artículo de Milagros Pérez Oliva (Defensora del Lector) publicado en El País el 20 de febrero de 2011, titulado “En defensa de Cercas y de la verdad” y que comienza tal que así:
“El escritor abre una polémica sobre hasta dónde es lícito llegar en el uso de la ficción en periodismo. No se puede recurrir a una mentira para defender una verdad”.
Olvidad el resto del artículo (de momento). Prosigamos, pues, y recapitulemos (y profundicemos) los hechos cronológicamente:
11 de enero de 2011. Un tal Francisco Rico (miembro de la Real Academia Española, “para más inri”) escribe un artículo titulado “Teoría y realidad de la ley contra el fumador” (publicado en El País), en el que da y reparte tollinas y rapapolvos por doquier, mentirijilla mediante, a propósito de la Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y tal. Su última calada –“P. S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo”– es el perfecto golpe de efecto (mariposa) que está a punto de desencadenarse.
16 de enero de 2011. Cinco días más tarde, El País publica un (otro anterior) artículo de la ya mencionada Milagros Pérez Oliva titulado “La impostura de un fumador”, abriendo la veda de réplicas al citado escrito del académico; en particular, a propósito de las susodichas últimas nueve palabras de la columna (de opinión): “P. S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo”.
13 de febrero de 2011. Varias semanas después, El País publica “Rico, al paredón”, artículo escrito por Javier Cercas y verdadero caldo de cultivo de esta epopeya de la era 2.0., donde el autor de Anatomía de un instante disecciona amplio y tendido en defensa del que “nunca fumara un cigarrillo en su vida”.
15 de febrero de 2011. La polémica no se hace esperar, y solo dos días después del artículo de Cercas, El Mundo publica un artículo de Arcadi Espada titulado “Gato al agua” (lamentablemente, la fuente no es la original, aunque sí el artículo íntegro), en el que el columnista estrecha sobremanera los límites entre realidad y ficción y/o verdad y mentira en periodismo hasta el punto de “acercar lazos” con Cercas con motivo de “su supuesta detención en el marco de una trama de explotación sexual en Arganzuela, Madrid”. He aquí la noticia –real, no ficcionada– de la que Espada se vale para replicar a Cercas: “Cae una red que controlaba con cámaras a prostitutas”. Curiosamente, el mismo 15 de febrero, Santiago González se sorprende en su blog –no estaba muy bien informado el pobre hombre– de que Espada no se hubiera manifestado todavía. Solo un día después, González continúa.
16 de febrero de 2011. La cosa no queda ahí, y antes del 20 de febrero, Espada es replicado por partida doble. En primer lugar, vía El País en un artículo firmado por Vera Gutiérrez, titulado “Arcadi Espada lanza el bulo de que Cercas fue detenido en un prostíbulo”, donde se desmiente la “veracidad” de los hechos “afirmados” por Arcadi Espada en su columna de El Mundo. (Nótese que el artículo habla de “bulo” –no de ficción– y nótese que en solo tres líneas se habla de columna –no de artículo–, de falsa noticia y de noticia –en cursiva–). A la par, El País publica “Mentirosos”, artículo escrito por Lluís Bassets, y que comienza tal que así: “Uno mintió cuando dijo que no fumaba. Defendió luego su derecho a la mentira poética. El otro mintió cuando dijo de alguien que había sido detenido en una operación policial en Arganzuela contra una trama de explotación sexual. No sé yo cómo hará luego para defender su derecho a mentir. ¿También razones poéticas?”
16 de febrero de 2011 (bis). Concretamente, a las 12:05. Tras leer el «Arcadi Espada lanza el bulo de que Cercas fue detenido en un prostíbulo», Espada da la que, posiblemente, sea la respuesta más épica de todo este berenjenal en el que –sí, deliberadamente, querido lector– trato de insertarte. El post: “Un lupanar en Arganzuela (I)” (y más lupanares, escritos entre los días 16 y 20 del mismo mes: II, III, IV, V y VI).
20 de febrero de 2011. Se supone que habiendo llegado hasta aquí, el lector de este artículo no ha hecho caso omiso a la sugerencia de este humilde articulista respecto del (interesantísimo) artículo de Milagro Pérez Oliva en el que la Defensora del Lector reparte tollinas y rapapolvos tanto a Cercas como Espada, aunque (todo hay que decirlo) muy subrepticiamente y con todo el don de palabra que el Libro de Estilo de su rotativo le permite. Ahora, sí, el artículo: “En defensa de Cercas y de la verdad”.
21 de febrero de 2011. No satisfecho con la cuasidefensa de su colega de rotativo, Cercas replica a Pérez Oliva:
E ironías de la vida –o del periodismo, que acaso es lo mismo–, como corolario de su artículo, Yaiza Santos concluye: “Arcadi Espada se dio por satisfecho con la respuesta de Cercas a la defensora y pareció cerrar la polémica el 21 de febrero, pero la insistencia del novelista en la “injuria” presagia una venganza en plato frío. Quizá un tal “Arcadi Espada” como protagonista de su próxima novela”. Y es que Yaiza Santos escribe para la Revista Arcadia… pero olviden cualesquiera relaciones: simple ironía.
Y –un, dos, tres– hasta aquí puedo leer. Pero si aún les resta ovillo y desean seguir hilando, pinchen aquí y aquí. Y suerte. Y gracias.
Postdata: y pinchen también aquí (id si queréis –aunque os recomiendo su completa lectura– a la postdata sintáctica, y en concreto a las últimas –y sublimes, no cabe otro calificativo– 103 palabras del maestro Marías).
La imagen de ‘La verdad y la falsedad’, de Alfred Stevens, es de Iza Bella ©