La mitad del ADN de Nueva York es de origen desconocido

¿Qué? ¿Cómo te quedas? Nada más leer el titular casi te meas encima, y lo sabes. Pues esto no es más que una de las conclusiones de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Weill Cornell, en Nueva York. Pero aunque suene acojonante, no te alarmes: no es que tengamos alienígenas viviendo entre nosotros pese a que los realities de Telecinco se empeñen de demostrar lo contrario…

Todo es parte de un proyecto llamado PathoMath, cuyo objetivo es obtener el metagenoma de la ciudad de Nueva York. La idea del proyecto surgió, según su coordinador el Doctor Christopher Mason, un día que observó al dejar a su niña en la guardería, el afán de la pequeña por explorar ese nuevo mundo de formas, texturas, que se abría de repente a su alrededor. Resumiendo: todo lo que pillaba del suelo iba primero a la boca. Y pensó en cómo sería la dinámica de transferencia de microorganismos en una gran urbe como es el caso de Nueva York.

Así pues, el doctor Mason y sus colaboradores recopilaron muestras del suburbano neoyorquino durante 17 meses (bueno, el doctor en cuestión seguramente vería el metro de lejos, la legión de estudiantes de doctorado y becarios recogiendo muestras debió ser épica…) y tras un concienzudo análisis encontraron datos, cuanto menos, curiosos.

Para empezar, sólo un 0.2% del ADN analizado corresponde a ADN humano. Eso ya da para pensar un rato. El segundo dato que más llama la atención, y sirve de título a este artículo, es que se desconoce el origen de más del 50% del material genético encontrado en el metro. Como ya te comentaba anteriormente, esto no quiere decir que más de la mitad de los pasajeros del metro sean alienígenas (cosa que, por otro lado y a falta de pruebas, pues tampoco podemos descartar, ¡ojo!), si no que corresponde a microorganismos desconocidos hasta la fecha.

No es de extrañar si se tiene en cuenta que de todos los organismos vivos de nuestro planeta, sólo conocemos el genoma de unos miles de ellos. Un ejemplo claro para que lo entiendas: uno puede encontrar ADN de cucaracha, y no saber que es de cucaracha porque no se ha secuenciado su genoma y no tiene ni pajolera idea de la pinta que tienen sus secuencias de ADN. Pues lo mismo pasa con los microorganismos terrestres: la mayoría de ellos son un completo misterio para el ser humano porque ni siquiera se conoce de su existencia, en muchos de los casos porque no es posible aislarlos de su hábitat y cultivarlos para su posterior estudio.

Otros resultados obtenidos, simplemente no tenían sentido sacados de contexto. Por ejemplo: había un número muy significativo de muestras que pertenecían a ADN de pepino (sí, has leído bien, pepino). ¿Tanta gente come pepino en NY o qué? Pues, obviamente, no. De nuevo nos encontramos con la explicación en la falta de datos genéticos: la mayoría de ADN perteneciente a cualquier planta, ofrecía una coincidencia en las bases de datos con el genoma del pepino, que sí que está secuenciado.

Si tienes más curiosidad, aquí te dejo un mapa interactivo diseñado por el Wall Street Journal en el que se detallan las bacterias que se ha encontrado en cada una de las estaciones de Metro de las que se recogieron muestras. Las que se conocen, claro… ¡chan-chan-chaaaaaaaaaaan!

Por si estás planeando un viaje a Nueva York y ahora te da cosilla montante en el metro, decirte que el microuniverso que te rodea es igual de extenso en cualquier sitio, así que no seas panolis. Además como era de esperar, los niveles ADN de microorganismos, bien desconocidos o conocidos (incluso algunos de ellos patógenos) descritos en el estudio son extremadamente bajos como para tener riesgo para la salud pública. A saber cuántos microorganismos podríamos descubrir si analizamos esas bolillas de pelusa que aparecen de cuando en cuando en el ombligo…

bluebird Comunicación
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