Todos hemos sido felices alguna vez, el reto es mantenerse. Este es el gancho de la obra de Mario San Miguel, un hombre que vive, estudia y proyecta felicidad.
Mario llegó en su furgoneta pintada de flores una hora antes de la presentación. ¿El lugar? La sede social y comedor de Acuide en Pozoblanco. A la hora señalada: ¡Magia!
Comenzó bajando humildemente las expectativas hacia su intervención pero mientras lo hacía conseguía precisamente lo contrario: elevarlas. Captando fácilmente la atención de todos desde el principio, empezó a deshojar los argumentos fundamentales de su libro; un compendio ordenado de ideas que pocos pueden atreverse a escribir. Pocos son felices para escribir de felicidad.
‘La Fabulosa Fórmula de la Felicidad’ es un libro particular. No es un libro de divulgación, construido con argumentos de otros. No suena a lo que otros escribieron sobre un tema que podría estar muy estudiado y tiene vida propia. He ahí lo fascinante: sale del interior cristalino de una persona tras años de intensa meditación. O, si se prefiere, desde un sistema nervioso muy trabajado. Sus giros verbales y composiciones ingeniosas ayudan al comprender verdades necesarias. Demuestra que el equilibrio sostenido en la mente humana, a través de la práctica y el esfuerzo, dota al individuo de la más elevada comprensión y sabiduría.
Sabiduría de primera. No sólo el contenido del libro llama la atención. Me agrada mucho comprobar que un ser humano aún puede sacarse naturalmente desde una cabaña del bosque las claves del funcionamiento humano. Es como si la Verdad nos viniera dada en el código genético, solo hay que desear obtenerla.
El ser humano es el único capaz de despertar y evolucionarse a sí mismo hasta las últimas posibilidades, desde el origen hasta el origen (Jaggi Vassudev, Sadguru, fundador de la Isha Foundation)
La enorme revolución es darle vida a este ser desde dentro. «Fluir es aΩlinearse con lo que hay en vez de Alienarse de lo que hay».
Su libro se divide en tres partes: la fórmula, las claves y las frases. Y sus charlas son un deshoje de esta estructura con grandes dosis de espontaneidad. Grita… y susurra (mucho).
Mientras corría de un lado para otro la gente no dejó de reír. Con sus bromas y juegos de palabras cada asistente del público bailaba su propia música interna, me sentí como un niño que iba al circo por primera vez. Y no creo que fuera el único. Recorríamos nuestros defectos y virtudes privados a través de sus historias mientras tocaba «nuestros trastos». Lo hacía amablemente, quedando abiertos y liberados con ello, y con ganas de mirarnos «lo nuestro». Ganas de mejorar. ¿Quién no desea ser feliz cuando se habla del «cómo»?
Las miserias y contradicciones internas de cada uno salían a la LUZ de sus argumentos. Mario hablaba de muchas formas de ser, de tipos de personas y de situaciones absurdas, otras más comunes y otras desternillantes. Tal era la variedad que tarde o temprano acababas identificándote con una de ellas y luego todas a la vez. Recorrí parte de mi basura mental entre carcajadas, muy a gustito. Los demás recorrían las suyas, los prejuicios, las inseguridades y vanidades del ego. Muy instructivo.
Este libro es generoso en hermosas claves. Hartos estamos de libros de autoayuda que repiten sin cesar términos vacíos como autoestima, autocontrol, autovaloración… y venga «autos» que esto parece un concesionario.
La psicología moderna está acogiendo cada vez más los términos de la espiritualidad clásica. El puente entre Oriente y Occidente es cada vez más obvio tras la resurrección de términos universales como: Ser, Conciencia, Consciencia, Ego, Verdad, Amor, Paz, Cuerpo y Mente. Palabras de significado profundo, de espiritualidad no religiosa. Palabras que empiezan a ser reincorporadas a las conversaciones filosóficas con amigos entre caña y caña. Términos desplazados por la psiquiatría y la psicología desde la aparición de Freud, un hombre con muy poca luz interior y lleno de complejidades traumáticas. Un hombre que encabezó la moderna psicopatologización occidental del comportamiento humano.
Uno hace, es y lo nota, de ello aprende; siempre hacen falta mejoras. Por eso, lo adecuado es reconocerlo y ponerse en serio con devoción. Devoción a las sensaciones del Ser.
‘La Fabulosa Fórmula de la Felicidad’ es una gran guía de trabajo interior:
Si pensar es ir al encuentro de la solución, a veces lo correcto es sentarte, sentirte y que la solución misma te encuentre, centrado, esperando… en Silencio. Que brote en ti la Verdad desde lo profundo del Ser. Como un manantial de sabiduría. Como la flor que se abre al llegar la primavera. Como esa primavera misma regalando vida por doquier.
El estudio de uno mismo basta para comprender al resto. Aunque aquí debo hacer un importante inciso: estudiarse a uno mismo es distinto a pensar sobre mí mismo y darle vueltas a mis historias.
Meditar no es pensar, más bien es «des-pensar». Y eso se puede aprender.
Esencialmente, aunque en distinto grado, tropezamos en piedras muy similares los unos y los otros. Por tanto, si todos caemos en el mismo agujero, si la ingeniería espiritual de este ser humano que habitamos tiene mecanismos comunes, lo razonable es deducir que las formulas para la felicidad sostenida existen. Bienvenidos seamos a una ciencia que ya existía: la ciencia espiritual. Cuidado que engancha… y mucho.
Los meditadores son felices porque ven más allá de lo que se ve. Perciben lo que no se avista con los ojos físicos.
Mario San Miguel es un gran conocedor de la espiritualidad clásica, de los mejores bocados que las religiones pueden ofrecer a creyentes y no creyentes. De seekers o buscadores de la verdad. También de otras no tan clásicas: ha viajado por muchos lugares y conocido a maestros, discípulos, maestrillos, santos, escritores, filósofos, psicólogos, chamanes… y queda demostrado que el que busca, encuentra. A pesar de todo es “muy alemán” —como él dice— a la hora de trabajar, sabe ser una persona seria y serio no es triste, es riguroso.
La auténtica crisis no es económica, es de felicidad.
La seguridad y posesiones externas no bastan, cualquier bien y propiedad que adquirimos en vida es caduco, ni nos conforma ni pertenece, son formas de lo externo.
No seamos faraones, enterrados con nuestra riqueza. No hay posesión externa que llevarse a la otra vida. No construyamos el “ejército de soldados de Terracota”. La riqueza es el Ser y no el poseer, aquello que no es cuerpo ni mente y perdura, la enorme posibilidad. Un último mensaje más… quizá volvamos a repetir.
Somos Ser en cuerpo humano y humanos reflejo del Ser