¿Quién no se ha preguntado cuál es la utilidad de alguna de las funciones reflejas de nuestro cuerpo? Todos somos conscientes, aunque a veces es cierto que no nos damos cuenta hasta que alguien lo menciona, de que existen ciertas reacciones fisiológicas que son inevitables por mucho que uno lo intente controlar. Sirva como ejemplo el hecho de que no se puede estornudar sin cerrar los ojos, o no se puede tragar y respirar a la vez. ¿No te habías dado cuenta? Hala, pues ya has aprendido algo nuevo.
El caso que nos ocupa hoy es otra de esas curiosidades: ¿Por qué nos reímos cuando alguien o algo nos hace cosquillas? E incluso añadiría otra cuestión que tiene incluso más miga: ¿Por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos? Bien, pues deja de tocarte los costados porque por mucho que lo intentes no vas a poder, y atiende que te lo cuento.
Las cosquillas, ahí donde las véis con toda su absurdez, son un importante rasgo evolutivo adquirido por nuestros ancestros, crucial para nuestra supervivencia. No crucial en términos actuales, por supuesto, me refiero a crucial para haber sobrevivido como especie. Las cosquillas son una reacción de alerta ante el contacto de algo desconocido con nuestro cuerpo. No hace falta que te lo explique más, ¿verdad? La simple contracción que experimenta tu cuerpo ante algo rozándote es más que evidente.
Pero, ¿y la risa? ¿Por qué las cosquillas vienen acompañadas de risa y la mayoría de las veces incluso carcajadas? Como reacción fisiológica, las cosquillas no son algo que cause placer (de hecho, la primera reacción que todos tenemos es zafarnos lo antes posible), sin embargo generan la risa, una reacción que sí va asociada a sensaciones placenteras. Bueno, pues para que lo sepas, la risa asociada a las cosquillas es una reacción que sólo se presenta en el reino animal en primates y, como ya he comentado antes, esta asociación cosquillas – risa es un importante rasgo evolutivo de supervivencia heredado de nuestros ancestros como respuesta a las agresiones.
Me explico mejor: Ante el contacto físico leve por parte de otro congénere, que en otras especies podría desencadenar en una agresión física bilateral por parte de los individuos implicados, los primates desarrollaron este mecanismo como autodefensa. Así, un leve contacto físico y continuado en determinadas zonas sensibles de nuestro cuerpo, genera el reflejo de la risa, indicando al “oponente” que no se quiere pelear. Tan simple como suena. No sé si te habrás fijado, pero las zonas más susceptibles de generar cosquillas son extremadamente críticas si se pretende hacer daño, como las axilas, parte baja de la espalda cerca de los riñones, o el vientre. Sorprendente, ¿cierto?
Ahora toca abordar el siguiente punto del día: ¿Por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos? Bueno, aquí trascendemos un poco lo psicológico, para culpar a nuestro sistema nervioso. Entrando en materia algo más técnica (no mucho, que es domingo) el culpable concreto es nuestro cerebelo. El cerebelo, que es el que controla tus movimientos, es capaz de neutralizar el acto reflejo de las cosquillas simplemente porque puede predecir dóndeva a tener lugar el contacto .
Resumiendo, cuando vas a hacerte cosquillas a ti mismo, el cerebelo ya sabe dónde porque es el que manda la información a tu brazo para que se mueva, con lo cual ya ha inactivado la respuesta refleja antes de que te toques. Como es un acto predecible, que no está fuera de tu control y por lo tanto no supone una amenaza para ti como individuo, elimina la necesidad de contraer tu cuerpo y apartarte del origen del tocamiento (erotismos aparte), porque no representa una amenaza para ti.
Así que ya veis, amigos y amigas, la risa nos mantiene vivos. ¡Reíd!