El lujo estético de una tarde de primavera

Siguiendo el criterio ácrata de la publicación que tienes ahora mismo en la pantalla, unido a una tendencia procastinadora y la pereza vital de padre treintañero trabajador, me he sentado sin ninguna idea en un precioso parque cerca de mi casa, a ver si, insisto, tendencia a procastinar, me inspiraba.

La falta de ideas ha dado paso a la admiración embobada por el paisaje, y, mecido por una fresca brisa primaveral me he recreado en cierto hedonismo pasota. Llegados a este punto, y viendo que el vacío mental es evidente, he decidido sacar de la mochila mi última adquisición literaria y disfrutar del rato que solamente una buena lectura puede proporcionar; y, pensando que queda poco para terminar la novela, de paso, hacer después una reseña para estrenarme en las páginas de Murray. Estoy enfrascado en la muy recomendable lectura de ‘Metrópolis’, de Thea Von Harbou en la edición de Gallo Nero.

No he llegado a leer nada en absoluto, y, sin embargo, he repasado absorto la bella edición que tenía sobre las piernas, la foto de Thea von Harbou y Fritz Lang tendidos en un sofá, pura decadencia de entreguerras, puro hedonismo, puro deleite de lo visual, ni más, ni menos. Y sí, pienso que pocas veces sacamos a pasear al esteta que llevamos dentro, aunque sin darnos cuenta nos domine, y, como animales visuales que somos, dentro de nuestro particular criterio estético, condicione gran parte de nuestras decisiones, desde comprarnos unas gafas o una camisa a cenar en un restaurante e incluso, por supuesto, comprar un libro. Yo mismo conocí a los Stones llevado por la curiosidad púber de quién estaría detrás de aquella lengua que solía ver con frecuencia en camisetas y chapas, y cuando lo descubrí caí enamorado por siempre de sus Satánicas Majestades al acorde de ‘Under my Thumb’ y sin tradición familiar alguna, me enganché perdidamente al rock and roll. Lo visual como enganche, la estética como condicionante, ejemplo claro de cómo un logo puede marcar una vida.

Pero pocas veces nos recreamos en el puro y duro deleite estético, en estos tiempos de prisas artificiosamente metanfetamínicas no nos lo permitimos, el goce tiene que ser tan inmediato y directo, que queda en la retina pero no lo disfrutamos, un polvo seco y rápido. Y es una pena, porque realmente, pocos placeres hay comparables.

Y uno de los mejores momentos parta zambullirse en este placer es con un buen libro entre las manos. O mejor dicho, con una buena edición. Dejando a un lado el goce intelectual que nos proporciona el contenido para detenernos en el disfrute sensorial del continente. Su diseño, su tipografía, sus ilustraciones, su papel, el gramaje, el olor, su cubierta, sus fotos… Por suerte, paralelamente a la transformación de la “literatura” en objeto de consumo compulsivo de masas de la mano de ediciones baratas de gasolinera y sobre todo el e-book sumado a la masiva piratería, han surgido decenas de pequeñas editoriales  que trabajando con un ritmo pausado de edición, suficiente para parir con amor cada volumen, y con un acertadísimo criterio editor nos han descubierto nuevas joyas literarias, nuevas voces increíbles, nos han recuperado  clásicos olvidados y obras olvidadas de los clásicos sacando del rincón de la historia pequeños tesoros. Amor es la palabra. Y la experiencia literaria de un e-book nunca tendrá ese componente, será follar, pero no hacer el amor. Que se quede Dan Brown y  compañía atrapado en traducciones malas en pdf, yo me quedo con un Dickens de Impedimenta o un Twain de Zorro Rojo o un Wells de Nórdica y con tantos y tantos otros.

Apología del papel desde la pantalla de una revista digital. Tal vez paradójico. No lo creo. Apología de lo bello, sí. Y, a la maniera de los clásicos, que pedían disculpas de antemano y deseaban al lector la mejor de las lecturas, os deseo que MurrayMag os encante, y sí, porqué no, que os encante no solo por sus contenidos, por sus textos, por su UX y toda clase de términos modernos, sino, porque simple y llanamente, es bonita.

‘Reading in the park’ es una imagen de Lemsipmatt ©

bluebird Comunicación
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