Se está mejor en el Sáhara.
Termómetros cercanos a los 50 grados en algunas zonas del país.
La lluvia como un recuerdo lejano, ¿existe realmente?
Estos días está haciendo un calor como pocas veces se recuerda. Hasta los ancianos del lugar dicen que es la primera vez que lo viven (tal vez sea simplemente que llevan demasiados veranos como para recordarlos todos), las reservas de agua se agotan en todos los supermercados; las playas se llenan, algunos se tatúan la piel con las quemadas (está muy de moda) y el consumo eléctrico se dispara hasta cotas más altas que en invierno. Y todo el mundo se queja.
¡A joderse!
Soy de los calurosos, de los que a mitad de abril ya se destapa a media noche, de los que apenas usamos el abrigo en invierno, de los que adoramos los termómetros por debajo de los quince grados. Y también somos los que durante varios meses tenemos que aguantar frases como «a ver si llega el verano ya»; «maldito frío de los cojones»; «tengo unas ganas de playita…» o «verano, ven a mí». Quejas por el frío, por tener que ir con capas de ropa y aun así estar helado. Yo soporto las quejas porque estoy a gusto, tranquilo y sin agobios. ¿Cuál es el problema? ¡Pues que precisamente esos que se quejan en invierno también lo hacen en verano! De nuevo los lloros, los resoplidos… Pero esta vez yo sí que estoy agobiado, sudando e incómodo a todas horas. No tengo paciencia y llega al límite con facilidad. Hoy por ejemplo es una de esas ocasiones. Full.
La gente se está criando en la queja, sea legítima o no. Creo que lo lógico sería que si eres friolero te quejes en invierno y en verano no; si eres caluroso (como un servidor) te quejes en verano y en invierno no. ¿Verdad? Nanay, los 365 días del año cagándose en el tiempo, en las nubes, en el sol, en la lluvia o en el viento. La cuestión, como dicen por ahí, la cuestión es quejarse.
Eso hace que me plantee el aguante de las personas en la actualidad ante situaciones adversas. Puede ser que el punto de partida (el calor veraniego en extremo) pueda resultar banal, pero no lo es cuando lo podemos trasladar a otros ámbitos de la vida como pueden ser el trabajo, la pareja, la familia, los amigos, el comportamiento social… Vengo observando desde hace un tiempo que el medio más habitual de expresión en todos los ámbitos es la queja.
Puntualicemos: estamos en crisis. Eso lo desvirtúa todo. Soy el primero que me quejo ante la situación laboral, económica y social del país, pero no me sirvo de ella para excusarme en otros apartados. No quiero entrar en detalles, pero me decepciona que la gente se haya vuelto tan poco comprometida en sus propios principios y que acuda a la queja a la primera de cambio cuando las cosas no salen como desean o se les pone una pequeña piedra en el camino. Así no llegaremos a ninguna parte.
Eso es lo que opino, o tal vez el caloret ha derretido mis neuronas.
Fotografía: Moyan Brenn ©