Muchas son las noticias que de un tiempo a esta parte están relacionadas de un modo u otro con análisis forenses (huesos famosos, bastardos reales, etc.) y muchas acaban siempre con el mismo comentario: «pues que le hagan un análisis de ADN y verás qué fácil se comprueba».
Como en este país todos sabemos de fútbol más que nadie, y de política más que nadie, y a todos nos gusta dar lecciones, parece que el ADN tampoco se libra de tanto iluminado. Ante todo, que sepas que el ADN no es Google: ni tiene respuestas para todo ni se puede usar siempre, ni tampoco es tan fácil como nos lo pintan en la tele, que van los de CSI y meten un moco en una máquina y te dan la dirección del tipo, el número de pie y si es socio del Atleti. Por favor…
Ante tamaña falta de criterio informativo, y la creciente expansión de iluminados, he decidido salir del laboratorio, quitarme la bata (que no cunda el pánico: llevo ropa debajo), y activar el modo Profesor Bacterio para darte una clase exprés sobre análisis de ADN.
Más de una vez y más de dos, me he tenido que morder la lengua ante los fanáticos de las teorías de la conspiración, que exigen (con más afán de chismorreo que criterio) desenmascarar fraudes históricos con los que (según ellos) nos tienen engañados, como por ejemplo la famosa Síndone de Turín (más comúnmente conocida como la sábana santa), los restos del apóstol que supuestamente descansan en Santiago de Compostela o hasta incluso los de los Reyes Magos, que reposan en la catedral de Colonia. ¡Que les hagan una prueba de ADN, verás como son todos falsos! (frase típica del iluminado de turno).
Bueno, pues para romper un poco con el esquema de siempre, hoy voy a empezar por el final: NO se pueden hacer análisis de ADN sin una muestra de referencia con las que comparar los resultados. Punto y final. Por eso no se pueden hacer pruebas a los huesos de Cervantes, y sí que se pudieron hacer en su día, por ejemplo, a los restos de Cristóbal Colón (se tenían los restos de su hermano Diego para hacer la comparativa).
Pero vayamos a la chicha: ¿en qué se basa un análisis de ADN?. Por hacerlo simple y rápido, ciñámonos a lo fundamental (porque es una ciencia bastante compleja y que se ha modernizado muchísimo, y no tenemos espacio suficiente, ni tú posiblemente ganas de tanto dato). Existen dos tipos de análisis clásicos: los basados en RFLPs (acrónimo inglés de «polimorfismos de longitud de fragmentos de restricción») y los basados en STRs (igualmente para «repeticiones cortas en tándem»).
Los análisis basados en RFLPs son los más antiguos, digámoslo así, y consisten en un análisis más simple y directo. Método en su día muy famoso respecto a tests de paternidad, aunque más práctico, actualmente es un método obsoleto. Resumiendo: en nuestro ADN existen secuencias específicas que al ser reconocidas por unas proteínas llamadas enzimas de restricción, son cortadas por éstas generando unos fragmentos de una determinada longitud, que son muy variables y (casi) únicos de individuo a individuo. Dos análisis pertenecientes al mismo individuo, dan el mismo número y tamaño de fragmentos. En caso de pruebas de paternidad, el sujeto debe tener fragmentos similares a los del padre, y los de la madre.
Actualmente los análisis se basan en STRs. ¿Qué son? Son como las huellas dactilares de nuestro ADN. Son pequeñas secuencias, muy cortas, en determinadas posiciones de nuestro genoma, que se repiten un número de veces que es (casi) específico de cada individuo. En este caso, en lugar de cortar y analizar los fragmentos, se utiliza una reacción denominada “reacción en cadena de la polimerasa” (PCR en inglés) para generar múltiples copias de dicha zona. Cada muestra da un tamaño de segmento, que será mayor o menor si son muchas o pocas copias en tándem las que presenta el individuo en cuestión. En este caso, al ser zonas relativamente cortas de ADN, se pueden hacer pruebas a muestras muy deterioradas o, por ejemplo, muy antiguas y de mala calidad. Es muy poco probable (diría casi imposible) que si el ADN está muy fragmentado por su mala calidad o conservación, la zona afectada sea precisamente esa pequeñísima proporción que constituye un STR. Además, nunca se usa un único STR sino una combinación de varios.
Esto, querido o querida lector o lectora, no es más que una pequeñísima introducción muy básica al extenso mundo de la ciencia forense. Espero que te haya servido para entender el fundamento de una prueba de ADN y por qué hay veces que sí… y veces que no se puede hacer. Hay muchísimas más técnicas más modernas y más específicas, pero iba a necesitar unos cuantos domingos más, aunque todas están basadas en el principio que te acabo de contar, así que ya sabes todo lo que necesitas saber para rebatir a iluminados.
Dicho esto, estarás pensando «¿y las pruebas de paternidad de la belga esta que dice ser…?» Eso, amigo, amiga, no se puede hacer, aunque la razón es mucho más simple y menos científica: no les sale de los cataplines.