Hace unos días navegando por la web (haciendo el chorra, vaya…) topé con un artículo en un medio estadounidense en el que contaban cómo habían “pillado” a un equipo de científicos, tras la confesión de la jefa, con datos falsificados en relación a un método que permitía obtener células madre con un tratamiento tan, tan simple…, que sinceramente pensé que sería otra de esas cosas grandiosas que se descubren por accidente, aunque he de confesar que a mí ya me olía raro desde el principio…
El tema me dio un poco de rabia, la verdad, porque este tipo de cosas le dan argumentos a los talibanes del recorte para decir que invertir en ciencia no vale para nada, pero nada más lejos de la realidad. Aunque por supuesto, en el ámbito de la ciencia, como en todos los aspectos de la vida, hay gentuza que intenta medrar a costa de los demás, gente con gran afán de notoriedad y sin escrúpulo ninguno, que no parecen darse cuenta de que las mentiras, a fin de cuentas, tienen las patas muy cortas.
Así que se me ocurrió dar hoy un repaso por las estafas científicas más sonadas del último siglo, algunas dignas de película de Woody Allen. Empecemos por el final (por darle un toque original al asunto), para acabar con mi favorita: el hombre de Piltdown.
La última farsa, antes de nuestra colega de la célunas madre, la protagonizó un científico coreano, cuando confesó haber manipulado datos para conseguir una publicación en la revista Science de sus investigaciones sobre clonación terapéutica. Resumiendo mucho: el tipo había creado células madre a partir de líneas celulares ya diferenciadas de los propios pacientes, que permitirían regenerar tejidos para tratarlos sin que se generase rechazo. “El apostol coreano de la clonación”, lo llegaron a llamar… Y te vayas a pensar que confesó por remordimiento, ¡qué va! La liebre saltó por las acusaciones de un colaborador despechado, ahí llevas.
La fusión fría. Esto te tiene que sonar de un montón de pelis y series de televisión, ¿a qué sí? Se trata nada más y nada menos que la consecución de una reacción nuclear a temperatura ambiente, generando energía a cascoporro (para que nos entendamos). Sería como el equivalente a asar un pollo en un frigorífico. Pues en 1989, dos científicos de Utah, dicen que lo han conseguido, y lo presentan en un congreso. No voy a entrar en detalles (entre otras cosas porque no soy físico, y la voy a cagar seguro…), pero los pillaron de la forma más infantil posible: a medida que otros científicos les iban comentando que habían visto errores en los cálculos, aquí los genios iban “corrigiendo” los errores y presentándo nuevos datos en sucesivos congresos como si fuesen resultados originales. Vamos, que les faltó lo de que “el perro se ha comido mis apuntes”, vaya…
Sé que me dejo otros muchos otros fraudes en el tintero, pero voy a terminar con el hombre de Piltdown. Desde que se publicara el tratado sobre el Origen de las especies de Charles Darwin, con aquello de que “el hombre viene del mono” (que no es cierto en absoluto: en realidad hombre y mono vienen de un ancestro común, que no es lo mismo, pero dejemos eso para otra ocasión). Bueno, pues el caso es que la había una fiebre sobrehumana por encontrar el “eslabón perdido” entre hombre y mono, en algún punto debería haber ocurrido, tenía que estar ahí… y ¡zas! De repente aparece en una excavación en Piltdown (Inglaterra) un cráneo con características humanas y de simio. ¡Eureka! Lo tenemos, el eslabón perdido.Pues no, ni eureka ni leches… Curiosamente, descubierto en 1912, fue aceptado por toda la comunidad científica hasta 1953. ¡¡41 años!! Aun hoy día sin terminar de esclarecer, parece que la trama fue hurdida por su descubridor Charles Dawson, al que se le ocurrió juntar la mandíbula de un primate con la parte superior del cráneo de un humano. Menudo pájaro. Y pensarás ¿41 años tardaron en darse cuenta? Hombre, párate a pensar: mandíbula de mono y cabeza de humano… tienes un vecino que es igualito, ¿a que sí?.
Hasta la próxima semana muchachada, habrá más y mejor.