Me van a permitir un arranque de furia, que a veces es necesario. Me van a permitir que vierta el café de un sobresalto. Café de sobre y agua de microondas, no de Starbucks, que para eso hay que tener más clase y gorrito. Me van a permitir que escupa mierda y si gustan les salpique. Hoy me van a permitir que hable de algo sobre lo que no pensaba hacerlo nunca, pero miren, la vida tiene esas cosas: la poesía. Pero no la que ustedes imaginan si digo esto, la de verdad, sino de la de ahora, la moderna, la inclasificable, la de bragueta y pelitos de barba despeinada, la de 140 caracteres y baba adolescente colgandera. Va por vosotros, poetas de Instagram, de gorrito, de Mahou y recital de crías, poetas de temporada, poetas de bar, poetas de mierda. Gracias por ayudarme a sacar fuera la ira.
Para empezar, quisiera dejar claro que me parece muy bien que llenéis bares de niñas de 16 años que creen que la poesía es que les digáis con lenguaje sucio lo mucho que sufrís por ellas y lo enamorados a primera vista que estáis de la chica que se acerca y os quita los cascos en los vagones vacíos del metro porque piensan que podrían ser ellas, pero no olvidéis jamás que es ese vuestro público. Decenas de bragas impúberes mojadas por vuestras barbitas de hípster que saldrán de vuestros putos recitales compartiendo las fotos que se han hecho con vosotros en Twitter, porque es a lo que fueron, adjuntando cualquier basura de frase y un «eres magia» tan poco sorprendente como profundo, vuestro sombrerito bajo techo, que en el colegio enseñaban que denotaba falta de educación y ese halo de misticismo maldito que desprendéis cuando parece que recitáis borrachos porque las desgracias que os empujaron hacia la “poesía” que os salvó de morir de amor son también las que os arrojaron al alcohol, que sabe dios de qué coño os salva. ¿De qué cojones vais? ¿De reedición descafeinada de Rimbaud y Verlaine? ¿De malditos y destrozados? No lo sois. No sois más que proxenetas de la palabra. Trileros que llaman poesía a recitar con voz profunda, y muchas veces rematadamente ridícula en bares y pretender ser bohemios y pasar de todo lo que no sea la magia del momento y las letras mientras no dejáis de mirar cuántos retuits tiene vuestro último tuit, en el que decís algo así como que “poesía sois vosotras, y toda esa mierda”, y toda esa mierda. Y toda esa puta mierda. Prostituís la poesía y tenéis los cojones de asegurar que lo hacéis por ella, y no por ventas, mientras no paráis de promocionar vuestros intranersos, de esos que todos tenemos en algún pendrive, perdido por vergüenza.
Yo ya no entro a valorar la calidad de vuestra mierda. No la compro. No estoy pillando marihuana en algún tugurio de Madrid, aunque vosotros sí seáis camellos de las palabras de venta fácil y mono recurrente. No. Yo entro a valorar el producto que no sabéis pero por dentro aceptáis que sois. Sin embargo hay algo que entiendo, y es que no es vuestra del todo la culpa. Al fin y al cabo sólo explotáis un sistema que funciona. Si la culpa es de un público infantil que no sabía qué cojones era un verso hasta que no os leyeron a vosotros porque les parecisteis muy monos por Twitter, ya no hay quien os baje del carro. Porque os pone poner. Os pone saber que, si pudieran, os tirarían las bragas al micro cuando lo agarráis dispuestos a recitar cualquier intensita basura con intensito tono. Si todo eso de creerse Sabina está muy bien, pero es que no pasáis de Justin Biebers de las letras: productitos para niñas. Y vamos a ser claros, yo para ver a un borracho acabado con sombrerito y voz rasgada ya me voy a un concierto de Joaquín.
Algunas veces no sé qué escribir, no se me ocurre. No tengo las ideas ni la capacidad que deseara, pero entonces pienso en vosotros. Me acuerdo de vuestros sombreritos, vuestros aires, incluso vuestros rostros, los que aún soy capaz de reconocer entre materia gris, y todo sale mucho más fácilmente. Porque el asco inspira, pero imagino que eso lo sabréis bastante bien. Sois imanes de adolescentes como la mierda lo es de las moscas. Ganáis público como el Chelsea la Champions, jugando feo. No sois una moda mucho más distinta del calcetín por encima del chándal y las Nike de cuatro muelles. Le hacéis “poesía” a quienes no saben lo que es eso, y eso es como repartir peces y llevarse la caña a casa. Aguanten, al menos, hasta que la caña se rompa. Y cuando eso ocurra, siempre os quedará Twitter. Me cago en la puta, voy a limpiar este estropicio, y a prepararme otro café. De sobre.
Fotografía: Acción Poética Trenque Lauquen ©
Seré breve, gracias!
El ingenio hormonado no es poesía. Muy mono el producto, como todo lo que se mira de lejos.
Muy de acuerdo excepto en lo de tomar café de sobre que sabe a sobre.
«Pero no la que ustedes imaginan si digo esto, la de verdad, sino de la de ahora, la moderna, la inclasificable, la de bragueta y pelitos de barba despeinada, la de 140 caracteres y baba adolescente colgandera. »
¡Hola! ¿Cuál es la poesía «de verdad»?
Entiendo hacia donde quieres orientarnos, pero no sé contra qué estás comparando.
Generalizas, insultas sin medir. Vas de listo y firmas con seudónimo. Te obsesionan las bragas de las menores. Creo que tienes un problema, amigo. Hay mucha gente que hace cosas honestas, pero te da igual. Solo quieres escribir «mierda», y me temo que sí: escribes mierda. Intuto una vida sexual muy pobre y una vida literaria inexistente.
Veo que comparimos ranciedad. Yupi.