Un globo es solo un globo hasta que le pintas una cara y le coges cariño, lo digo por experiencia.
Comparto despacho con un curso de tiempo libre. Ellos están por la tarde y yo por la mañana. Un día abrí la puerta y allí estaba él: un globo con una cara pintada tirado por el suelo. De pronto me vi reflexionando sobre la vida y la muerte, lo efímero de la existencia. Ese globo estaría ahí un par de semanas hasta deshincharse, lo barrerían y nadie sabría nada de él. Pasar por esta vida sin pena ni gloria es algo que me horroriza.
Fue entonces cuando me prometí a mí mismo que ese globo tendría una vida digna y que, por esa idea mística que tenemos todos, Cosmopolitan, así le llamé, no se iría de este mundo sin ver el mar con sus propios ojos de tinta azul.
Me enteré de que un grupo de niños de 11 años hacían su viaje de fin de curso a Valencia y que el último día visitarían la playa. No me lo pensé dos veces y me apunté a la excursión con ellos para cumplir con mi promesa.
Estas son las imágenes de la historia:
Me ha encantado, Marín!
Ahora entiendo la famosa historia del globo que me comentó mi prima, una de las niñas que iba en ese viaje a Valencia.
Para ser tan «simple», qué pillada (jodida quizás) me he quedado al leer la historia.
Que esto es muy efímero, coño. O nos metemos caña o perderemos cualquier camión que nos lleve a Lituania.
[…] Ya el último día tocaba ir a la playa, en la que por otro lado culminábamos la historia del globo Cosmopolitan, un globo con una cara pintada que quería ver el mar, así que nos lo llevamos al viaje con nosotros . En este enlace puede verse la vida de Cosmopolitan y fotos del día de playa con los muchachos y muchachas: COSMOPOLITAN […]
[…] Ya el último día tocaba ir a la playa, en la que por otro lado culminábamos la historia del globo Cosmopolitan, un globo con una cara pintada que quería ver el mar, así que nos lo llevamos al viaje con nosotros . En este enlace puede verse la vida de Cosmopolitan y fotos del día de playa con los muchachos y muchachas: COSMOPOLITAN […]