Control genético: nivel Jedi

¿Te imaginas poder controlar tus genes con el poder de tu mente? ¿Y si te digo que es ya una realidad? Pero no te emociones: lo del sable láser, los robots humanoides y las carreras de vainas van a tener que esperar.

Y es que la pasada semana, llegó a mis manos un artículo de la revista científica Nature Communications (que es una de las versiones especializadas de la prestigiosa Nature), en el que un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Zurich, liderados por el profesor Martin Fussenegger, ha conseguido por primera vez controlar la expresión de un determinado gen mentalmente. ¡Menuda pasada!

Para que nos entendamos, ni es tan simple como suena ni tan glamuroso como te imaginas. Borra ahora mismo de tu mente la serie de imágenes de películas de Spiderman que te andan rondando, del tipo: “Oh, necesito otro par de brazos, así que me voy a inyectar este súper-suero cojonudo de color verde fluorescente para desarrollarlos en un par de minutos, y de paso conquisto Nueva York”. Es mucho más rudimentario, pero no por eso menos apasionante, ¡ojo!

A grandes rasgos, el experimento consiste en apagar/encender un determinado gen que produce una proteína concreta, sólo con pensarlo. Resumiendo mucho, el dispositivo funcionaría de manera que un voluntario humano, con un casco tipo Magneto de los X-Men, activa mentalmente un dispositivo instalado bajo la piel de un ratoncito. Ese dispositivo además contiene un grupo de células que han sido modificadas genéticamente para responder a una luz de una determinada longitud de onda (en este caso particular, luz infrarroja).

De este modo, el “casco de Magneto” interpreta las ondas cerebrales del individuo y las transforma en una señal inalámbrica, que llega al dispositivo implantado bajo la piel del ratón del mismo modo que llega el wifi a tu teléfono, tableta, etc… El dispositivo receptor, al captar la señal mental originada en el casco, emite en ese momento una luz infrarroja que estimula las células genéticamente modificadas para responder a dicha luz, y que activan el gen en cuestión (que para continuar con el rollo peliculero, llamémoslo “gen X”).

Pero el tema del control mental no es tan fácil como pensar en que el gen se exprese, y que pase. Nadie dijo que ser un Jedi fuese fácil. Para que el casco de Magneto captara esas ondas cerebrales, se necesita un nivel de concentración intensa. Así que los voluntarios tenían que jugar a un juego llamado Mindflex (que, por cierto, está a la venta, por si eres un frikazo como yo y no sabes qué pedir para Navidad. De nada.), que consiste en controlar una pelotita con la mente. Ese tipo de concentración es la que genera las ondas cerebrales que los investigadores usaron para transmitir la señal del casco al ratón. ¡Voilà!

Sé lo que estás pensando: sí, muy chulo… ¿Pero qué utilidad puede tener todo esto? Bueno, pues las implicaciones médicas a corto plazo ya son impresionantes. Por dar un par de ejemplos, imagina primero una persona que padezca epilepsia. Justo antes de sufrir el ataque existe un patrón muy característico de ondas cerebrales, de manera que imagínate poder fabricar un implante que en respuesta a este patrón pueda estimular la liberación del tratamiento, previniendo el ataque antes incluso de que el paciente fuese consciente de ello. Otro ejemplo sería un paciente con dolor crónico. La simple sensación de dolor ya genera también una serie de ondas cerebrales características, de manera que en este caso el dispositivo estimule la liberación de un calmante. Medicina personalizada, ¿no es alucinante? Y esto es sólo una pequeña muestra del verdadero potencial de esta tecnología.

Ciencia-ficción hecha realidad. Esto pasa, claro está, en países que invierten en Educación y en Investigación y Desarrollo, y no en organizar olimpiadas, visitas papales o aeropuertos sin aviones. Cuestión de prioridades. ¡Hasta la próxima semana!

bluebird Comunicación
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