Llevarte diez minutos, quince, o incluso media hora buscando las llaves… Sí, no lo niegues. Lo sé, te ha pasado, di la verdad. Lo curioso es que las llaves estaban bajo un folio, en el escritorio, donde te juraste a ti mismo que las dejaste ayer. Las encontraste, enhorabuena, solo que ahora has levantado el colchón, quitado las sábanas, separado la cama, desordenado tu escritorio, has quitado los cojines y hasta, con un poco de suerte, le has echado una bronca a alguien inocente por entrar ayer a coger un boli.
Y esto es porque la ley universal de las llaves; cartera; pendientes; móvil; o amor perdido dice: «Busques donde busques, cuando dejes de buscar lo encontrarás».