Estaba leyendo un artículo sobre didáctica de las matemáticas con un 10% no hipócrita, y me vino un bostezo.
Cerré los ojos, arqueé la espalda y estiré todo lo susceptible de ser estirado de un cuerpo: tendones, articulaciones (todos crujieron como los árboles cuando hace viento), músculos largos, vísceras y columna. Cuando estaba así
grité un sonido gutural y medio breve culminando el bostezo propio de un neanderthal comunicándose. Con eso y con que estaba escuchando la canción ‘The bloody unknown’ de The Middle East, me sentí un poco como el hombre mono, que cargando con la responsabilidad de guía a su horda, da la voz de inicio a ese largo viaje a través del páramo frío, a la tierra imaginada y fértil, de hierbas, frutas y bienestar.