Éramos pocos y parió la abuela. Con el dilema Plutón sí – Plutón no todavía coleando desde el año pasado, que si es un planeta, que si es un planetoide, que ahora yo no lo quiero, pues ahora yo sí… Resulta que otro planeta se quiere sumar a la fiesta. Y es que, amigos, en pleno siglo XXI y con el trabajito que nos costó aprendernos los nombres de carrerilla, parece ser que ha ocurrido lo imposible: hay un planeta del Sistema Solar que se nos ha pasado.
¿Pero esto cómo puede ser? Bueno, pues es más común de lo que en principio podría parecer. Y es que el Sistema Solar tampoco es que sea precisamente la M30 de noche, que si ves luces sabes que hay coches. Ironías de la vida, es el mismo científico que lideró la cruzada contra Plutón para que fuera expulsado del Sistema Solar como planeta, el que anuncia que ha descubierto el que ha de ser su sucesor, un nuevo planeta misterioso al que han llamado Planeta X. El tipo, como podréis comprobar, se ha pasado semanas sin pegar ojo pensando un nombre.
Mike Brown, que así se llama el astrónomo en cuestión, dice poseer datos suficientes que probarían la existencia del Planeta X como parte de nuestro Sistema Solar. Porque eso es otra, el planeta se intuye, porque aún no se ha producido una observación directa. Vamos, que no saben donde está. Es por este motivo, que la NASA apareció rápido en escena para llamar al pobre Mike poco más que loco. Sin embargo, parece que el bueno de Mike igual no está tan desencaminado, ya que un equipo de científicos franceses parece haber recabado datos que apoyarían la hipótesis del planeta perdido, y no sólo eso, sino que creen que han dado con la región de nuestro sistema en el que localizarlo.
Lo sé, llevas unos segundos con un pellizco en el estómago de incertidumbre: ¿Cómo es que se puede intuir la presencia de un planeta si nadie lo ha visto? Bueno, la respuesta son las matemáticas. Y es que, a diferencia de lo que afirma el típico cazurrete estándar del bar de debajo de tu casa, que según él dejó los estudios para no perder más el tiempo, las matemáticas SÍ sirven para algo. La existencia del Planeta X se ha predicho mediante la aplicación de modelos matemáticos, basados en variaciones (estas sí observadas) en las órbitas de pequeños astros cercanos al borde externo de nuestro sistema, en el denominado cinturón de Kuiper. Según la NASA, dichas variaciones no tienen por qué ser explicadas por la existencia de un planeta gigante (como lo describe Mike), sin embargo la probabilidad de error en las predicciones tanto de Mike como del equipo francés, es del 0.007%.
Pero hablemos de X. ¿Qué tipo de planeta esperamos encontrar? Bueno, pues según las predicciones, estaríamos hablando, como ya he mencionado, de un planeta gigante: 10 veces el tamaño de la Tierra (más o menos como Neptuno), con una órbita alrededor del Sol un pelín más excéntrica de lo normal (de ahí que sea tan esquivo), ya que tardaría unos 15.000 años terrestres en completar una vuelta alrededor del mismo. Si las predicciones son correctas, estaría en el límite entre nuestro Sistema Solar y la galaxia más inmediata, unas 10-20 veces más alejado del Sol que Plutón.
Si X está ahí o no está, y si seremos capaces de verlo, va a llevar un tiempecito, ya que intentar localizarlo pasa por alargar hasta el año 2020 la misión Cassini de la NASA, que actualmente se encarga del estudio de Saturno. Como información adicional, si eres de los que dudan, decirte que de hecho el planeta Neptuno fue primero predicho usando modelos matemáticos antes de ser localizado físicamente y observado desde la Tierra. Hasta la fecha, es el único planeta del Sistema Solar en haber sido hipotetizado antes de encontrarlo. ¿Será X el segundo?
Antes de despedirme, y como no me gusta dejaros a medias (como diría Josefina a Napoleón), el dato de Trivial semanal: no os he sido del todo honesto (iba a decir franco, pero esa palabra me da un poco de repelús), ya que sí se había observado Neptuno con anterioridad, en concreto por Galileo en el siglo XVII, sólo que no sabía que era un planeta y pensaba que era una estrella en las proximidades de la bóveda celeste junto a Júpiter.