Sobre la identidad cultural palestina

A propósito del Día Internacional de los Derechos Humanos, recordamos y lloramos a los muertos de las injusticias, masacres y barbaries cometidas en nombre de la civilización occidental misma, la misma que hoy se llena la boca con palabras como justicia, igualdad y Derechos Humanos Universales a la vez que se vuelve ciega y sorda cada vez que el estado sionista de Israel ejerce una violencia colectiva hacia una nación entera sin que los altos cargos de las Naciones Unidas tengan el coraje de pestañear siquiera. Contra la Nación Palestina, contra su historia, su cultura y sus gentes mismas…

Palestina, Palestina, ¿de qué me suena? Me suena como una canción ajena, de escuchar cada día en los medios de desinformación que los bombardeos que llueven sobre las cabezas de los ciudadanos y ciudadanas gazatíes duelen menos porque la sangre de esos grandes desconocidos que hablan y rezan extrañamente es un castigo merecido. Merecido porque Occidente ha decretado, por su propio bien y el de su geoestrategia neocolonialista, que los niños y niñas palestinos por el hecho de nacer allí ya son terroristas… Y terrorista es todo aquello que suene, huela o parezca palestino, mientras Palestina siga siendo una gran desconocida para los ciudadanos y ciudadanas “libres e iguales” occidentales.

Sobre cultura y identidad palestina escribo las siguientes líneas, esperando que se abran las mentes despiertas y se levanten las voces de las conciencias colectivas. Os dejo con ella, con Palestina, con su cultura y su derecho legítimo a la existencia como Estado. Y para quien le haya sabido a poco, en espacios de la red como Córdoba con Palestina es posible escapar del control mediático institucional global y acercarse a la realidad de personas que sueñan, trabajan y aman igual que todas nosotras.

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Palestina es, mal que le pese al discurso sionista israelí, una nación cultural que reivindica su derecho a existir como Estado – Nación legítimo. Porque legítimamente está asentada sobre una firme identidad cultural reconocida, reproducida y expresada en una historia compartida que permanece viva en unas costumbres, unas tradiciones y unas formas de vida propias.

Su identidad cultural se asienta sobre un doble marcador identitario: la reivindicación de la soberanía sobre el territorio que les pertenece históricamente, así como la influencia de la religión islámica en la sociedad palestina como marcador identitario que se inserta en una doble lógica nacionalista de reivindicaciones laicas (económicas, políticas, territoriales) y religiosas a la vez;  como identidades de resistencia frente a un Estado Sionista que se asienta sobre postulados religiosos para legitimar una estrategia de dominación  neocolonialista.

El territorio es, por tanto, la base de la identidad nacional palestina, independientemente de las creencias religiosas e ideologías políticas de su población. El drama de la tierra arrebatada como experiencia común, se convierte en una identidad de resistencia y un símbolo de lucha frente a la ocupación política, administrativa, cultural y militar del Estado Sionista sobre los territorios legítimamente palestinos.

«Israel, al no poder demostrar una permanencia histórica continuada sobre el territorio, recurre al mito de la “Tierra Prometida” del Judaísmo como identidad legitimadora» (Castells, 1998).

Frente a esta estrategia de judeización de la tierra, el Islamismo resurge con fuerza en una sociedad laica, que ve en esta ideología religiosa una estrategia política, ideológica y simbólica perfecta para enfrentar y resistir colectivamente las políticas de limpieza étnica y genocidio dirigido desde Israel. Y la islamización de la sociedad palestina se constituye como la respuesta contrastiva sobre el acelerado proceso de judeización de una tierra de la que se intenta borrar toda herencia cultural e histórica palestina.

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Pero el territorio palestino lleva impreso una huella histórica y cultural que está viva y se despierta cada mañana para reivindicar su derecho a existir libre y autónomo.

No basta con destruir cementerios, confiscar casas milenarias o quemar mezquitas. La memoria colectiva palestina no puede ser bombardeada, quemada o confiscada, porque

«los pueblos no mueren sin permanecer vivos en la memoria colectiva de las personas que les han dado vida» (Farha Nasra).

Israel puede expulsar a los palestinos de sus tierras, mantener un control exhaustivo sobre la política y la sociedad palestina, fragmentar el territorio o incluso robarlo, judaizarlo y anexionarlo. Pero la población palestina no se va a marchar, sino que va a continuar resistiendo diariamente. Y mientras permanezca un solo pueblo sobre su territorio, la memoria colectiva y la cultura continuará viva en las futuras generaciones.

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Hoy, la cultura y las tradiciones palestinas están en auge como herramientas de lucha. La defensa del patrimonio cultural es un poderoso revulsivo contra la destrucción de la huella histórico – cultural palestina sobre el territorio.

Porque Palestina es mucho más que un territorio, es un sentimiento colectivo que anhela el regreso a una tierra añorada que no muere, sino que crece y se reproduce en las mentes de los exiliados y los refugiados.

«Aunque nuestros padres y abuelos se hagan mayores y mueran, siembran en nuestros corazones el amor por volver a nuestra Tierra» (testimonio de un refugiado en Askar – Nablus).

Leo Fernández, como representante de la plataforma Córdoba con Palestina, ha organizado una charla-coloquio en Pozoblanco sobre el régimen de apartheid en Palestina e informará sobre la campaña pacífica internacional ‘Boicot, desinversión y sanciones’. Esta tarde, a partir de las 21.30, horas en la sede de Izquierda Unida de la localidad.

bluebird Comunicación
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