Por una educación digna

Dijo, con mucha razón, Nelson Mandela que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Y el Partido Popular lo sabe. Y, como lo sabe, quiere masacrarla, porque no le interesan los ciudadanos libres ni el pensamiento crítico. Tampoco le interesa los ciudadanos sanos, pero esa es otra historia. Desde que llegó (volvió) al Gobierno no ha hecho otra cosa que desmontar el sistema educativo hasta dejarlo bajo mínimos. No olvidemos que más de 45.000 estudiantes ya han sido expulsados de la Universidad, gracias a sus recortes.

El ministro Wert ha planteado el objetivo de introducir el copago en todas las etapas educativas que no sean obligatorias. Esto quiere decir, privatizar por completo la educación y que sólo pueda estudiar Bachillerato o Formación Profesional superior quien pueda pagarlo como ya impuso CiU en Catalunya, con las tasas de 400 euros para la FP, o Lucía Figar del PP en Madrid, que hizo exactamente lo mismo.

La triste realidad es que se han empleado a fondo para que las puertas de la Universidad y otros estudios superiores queden completamente blindadas para la inmensa mayoría de los estudiantes. Han incrementado el coste de las tasas universitarias un 66% y han recortado drásticamente el importe de las becas e incluso no las han pagado hasta una vez terminado el curso. Por si esto no fuera suficientemente escandaloso, la número dos del Ministerio de Educación, Montserrat Gomendio, ya ha explicado públicamente que se debería cambiar el actual sistema de becas por un sistema de préstamos bancarios. Así pretenden eliminar las becas, y sustituirlas por un tremendo negocio para los bancos.

Por todo ello, Por eso, el Sindicato de Estudiantes convoca a todos los miembros de la comunidad educativa para salir a la calle a exigir una educación digna y a luchar contra la LOMCE, que entra en vigor este curso. Ojalá las calles vuelven a ser hoy, a partir de las 12, auténticas mareas verdes, porque sólo vencen aquellos que luchan. Y, a veces, sí se puede.

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Tan cursi como un tutú de cuchillas de afeitar, vivo en Revolutionary Road y escribo en rebeldía porque escupir es de mala educación.

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