Ojos que chillan por Gaza

Y llegamos a Sol. Empieza a llenarse la plaza, o al menos es la sensación que da desde el centro, rodeada de gentío. La cabecera de la manifestación ya está posicionada -frente a cámaras- con las representaciones políticas de los convocantes sujetando bien la gran pancarta que hace de brújula al resto de manifestantes: “Paremos el genocidio palestino”.

Paramos. Parece como si hubiera silencio pero no es cierto. Hay muchos ojos que chillan. Frente a mi un grupo de mujeres al unísono: “¡Qué pasaría si fuesen vuestros hijos!” -patada al estómago-. En la distancia una chica de no más de 14 años me sostiene la mirada, sus ojos son fuertes, orgullosos y llenos de rabia. Leo sus labios: “¡Boicot Israel!” -aprieto los dientes. Me duele la necesidad de tanta rabia en una chica tan joven. Empatizo con ella al golpe. Me recuerdo: “Yo soy otra tú. Tú eres otra yo”. Aprieto la mandíbula.- Poco a poco los gritos dispersos se calman y se transforman en una sola voz: “¡Palestina, no estás sola!”. Hermoso decirlo. Necesario que lo sepan.

Incluso poética la imagen, diría yo pero claro, siguen siendo los mismos los que están allí esperando y rezando a su dios para que no sea en su barrio, hospital, colegio, playa, mezquita…la próxima bomba. Siguen siendo los mismos los que se levantan y no saben qué tan acompañados están, es más, qué importancia podría tener que estuvieran acompañados o solos cuando la metralla salpica los cuerpos y no te queda más que dar gracias porque sea el tuyo y no el de tu ser más querido.

Qué importancia tiene el boicot que podamos hacer a un Israel rico si seguimos vendiéndoles las armas, si seguimos silenciosos ante la impunidad que la ONU exhibe, si Derechos Humanos se convierte en utopía, en fábula, en un cuento. Qué más da todo si decimos “más de 200 muertos” sin que nos tiemblen las rodillas.

Me alzo sobre mis pies y miro alrededor, no está mal, nos hemos juntado unos pocos -pienso-. Sigo en Sol. Un chico sube al caballo de Carlos III -lapsus temporal: recordé a Victor Manuel y cómo Carlos III se bajó de aquel caballo para él- le coloca en su mano derecha la bandera Palestina.

La policía permite la expresión -cara de asombro-. La plaza entera aplaude. Lectura del manifiesto de la mano de dos mujeres hablando de lo que sabemos: Naciones Unidas, Derechos Humanos, venta ilícita de armas, genocidio y no guerra, etc. Aplausos. Cierre y despedida. La gente se comienza a ir. También nosotros.

Miramos a la plaza ahora un poco más en la distancia y nos parece muy poca la gente que está concentrada para esta reivindicación. Nos parece muy poca teniendo en cuenta que si la mirada la llevamos a la calle de arriba, la calle Preciados, está llena. Llena de occidentales pasando sus Visas y MasterCards por los datáfonos sonrientes. Esos sí están felices, sin problema alguno. Los datáfonos, sus propietarios y los que hacen uso de ellos. Hay una palabra para nombrar a esto: “Disneylización”. Esta expresión se refiere a cuando te montas un mundo perfecto donde nada real te salpica por no ser capaz de ver, sentir, participar de la realidad.

Pensar en los muertos de Palestina -que no son sólo de Palestina, que son muertos de nuestro mundo, insisto de NUESTRO mundo el tuyo y el mío, que para quien no lo sepa se lo hago saber, no eres de un país, eso es una ilusión, eres de un planeta y tu raza es la humana, si no lo digo reviento-, bueno, a lo que iba, pensar en estas personas asesinadas me duele dentro, pero casi más me duele ver cómo seguimos tragando el primer plato y el segundo del mediodía, y repito verdurita y termino con el postre mientras veo las noticias y sólo pienso “pobres” -a lo mejor- o “a ver si quitan rápido estas imágenes tan desagradables” -a lo peor-.

Manifestación por Gaza (2)

Mira de frente lo que está sucediendo, quizás no sea Gaza la que te mueva por dentro, quizás sea Ucrania -que también tiene lo suyo-, quizás la explotación infantil y juvenil en Asia para que podamos ponernos las camisetitas de modernos que nos vende Zara o Nike -por poner un ejemplo- quizás sea el hambre en cualquier país del sur de esta Tierra, quizás no esté tan lejos lo que te mueve algo dentro, lo que te hace apretar los puños. Mira de frente, usa tus ojos, no vuelvas la cara.

Escucha qué sucede, no te hagas el sordo. Siente rabia o dolor o miedo o lo que quieras, pero siente. Chilla, escríbelo, muévete, revélate, ¡reacciona! No dejes que te conviertan en un autómata, en una piedra.

No puedo más que recordar esta frase de George Orwell: “Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano”. Salud.

Las imágenes que ilustran este artículo son de Emiliano Pozuelo ©

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