Menos mal que vino el Rey para olvidarnos de España

Sí, sí, sí, Felipe ya está aquí. Seguro que cosas como esta se oyeron ayer hasta la saciedad por las calles de la capital del reino. No en vano, fue un día de celebración, regocijo y también un día histórico.

Y encima nos vino a aliviar, porque claro, acabamos de sufrir una tragedia de unas dimensiones difícilmente soportables para una persona en solitario. Estas cosas es mejor llevarlas en grupo para poder pasar el trago. Entre los naranjas y la otra roja nos han puesto de vuelta y media y nos han sellado el pasaporte para que volvamos de Brasil después de un insulso partido contra Australia. Y sin prima.

Felipe VI nos ha dado un motivo para no soltar la bandera de España y volver a enseñarla con orgullo. Además, en este caso no hay derrota posible, así que podemos exhibirla sin miedo a tener que esconderla un rato después porque unos  chilenos nos han puesto en nuestro sitio.

El problema viene cuando la coronación de Felipe VI no supone una victoria para todos los habitantes de España. Este viene muy preparado, una palabra que ya empieza a atragantarse de tanto oírla. Le hemos conseguido dar una educación estupenda, y da la sensación de ser alguien que entiende dónde vive, en qué sociedad se ha desarrollado y cómo funciona el mundo. Y eso está muy bien.

No estaría de más que entendiera (él, su familia y toda la clase política española) que esto es algo pasado de moda. Esto de vestirse de militar para ser investido como jefe del Estado, y que después haga dupla en el Palacio Real con su padre, vestido igual que el hijo, queda un poco rancio. Como de otros tiempos más, no sé, en blanco y negro.

Más que imponer, la democracia debería ser un sistema político donde podamos elegir las cosas más importantes entre todos. Y la jefatura del Estado (sin ser el principal tema de la agenda política, no al menos ahora mismo) lo es. La palabra referéndum no debería de asustar a nadie que se dedique a la política. ¿Acaso no nos dicen que las elecciones son la fiesta de la democracia? Pues hagamos más fiestas.

Algunos se rasgan las vestiduras porque un partido nuevo que ha entrado con fuerza en el Parlamento Europeo tiene miembros que pertenecen a una fundación que recibió fondos del gobierno de Hugo Chávez, pero no tienen el más mínimo problema por haber tenido un reinado impuesto por un dictador durante 39 años. Sí, en 1978 se votó la Constitución Española, pero eso no era un referéndum para elegir al Rey, sino que se votaban muchísimas otras cosas. Entraba todo dentro del mismo saco. No me sirve como excusa.

Lo de la doble vara de medir debería de terminar. No se puede alabar nada de lo que haga el gobierno cubano, pero sí podemos justificar que Teodoro Obiang vaya a un acto del Instituto Cervantes en Bruselas, gracias a nuestro exmonarca. Si un dictador es malo, que lo es, me da lo mismo uno caribeño que el que decidió que Juan Carlos debía ser Rey de España.

Al final, muchos se olvidan de que el pueblo español sólo ha decidido tres cosas en casi cuatro décadas (Constitución Española, entrada en la OTAN y Constitución Europea) por la vía del referéndum. Yo a eso lo llamo déficit democrático. Y cambiar un artículo de la Constitución para que lo primero a pagar sea una deuda que no es culpa de la población y no consultar a la propia población sobre ello no sólo abunda en el déficit democrático, es directamente una canallada.

Y al final, entre tanto Mundial y tanta coronación, lo que se olvida también es que tenemos el edificio hecho un desastre, con goteras por todos lados y que los encargados de arreglarlo ni lo arreglan ni preguntan cómo arreglarlo.

La ilustración que acompaña a este artículo es de Raquel G. Ibáñez.

bluebird Comunicación
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