Mientras nos echamos las manos a la cabeza por el resultado de las elecciones en Estados Unidos desde nuestra atalaya de superioridad moral europea, el Mediterráneo —con nuestro beneplácito— sigue siendo esa fosa común de la que ya no hablamos.
Todavía no ha terminado este 2016 y más de 4.200 personas han muerto o desaparecido en él. Son aquellos que buscan refugio en un Europa aciaga que les da la espalda. Sin contemplaciones. Una Europa que, sin embargo, se aterra al pensar en el muro fronterizo que planea Mr. Trump. La Europa que persigue con perros a ciudadanos sirios. La Europa de la valla de Melilla. La Europa de la vergüenza. Nuestra Europa.
El mes pasado, por ejemplo, marcó un récord en el Mediterráneo central con más de 27.000 personas rescatadas. Nicholas Papachrysostomou, coordinador del barco de búsqueda y salvamento Dignity I de Médicos Sin Fronteras, recuerda los dos días más intensos ocurridos en octubre, bajo el título ‘Cementerios flotantes y muertes anónimas‘.
Cuenta, por ejemplo, que en la madrugada del 22 de octubre el mar estaba agitado cuando les requirieron para un salvamento:
Cuando llegamos al punto señalado, la barcaza estaba en riesgo de naufragio con decenas de personas en pánico. Se sentían solas en la oscuridad, en la inmensidad del mar. Su ansia de ser rescatados era tal que no podían esperar, no escuchaban: eran hombres, mujeres y niños procedentes de África subsahariana que llevaban consigo una pesada carga de sufrimiento.Antes de establecer cómo íbamos a proceder al salvamento, la gente empezó a saltar al agua. Gritaban y se agarraban a nuestros botes. Empezamos a subirlas a bordo, pero cuando el resto de personas que seguían sobre la balsa lo vieron, pensaron que era la mejor manera de ser rescatados y empezaron a saltar muchas más.
En cuestión de minutos, había una multitud en el mar y los equipos trabajaban sin cesar para subirlos a bordo. Muchos de ellos estaban inconscientes, quemados y casi ahogados.
Esta «odisea de dolor» comienza en países como Pakistán, Nigeria, Eritrea o Somalia o en un Oriente Próximo «devastado por años de tensión e inestabilidad».
Y la tragedia podría ser mucho peor… Los tres barcos de Médicos Sin Fronteras han rescatado a casi 18.000 personas este año y otras 334.000 personas han llegado por mar a Europa.
Desafortunadamente, reflexiona Papachrysostomou, «este tipo de imágenes se han vuelto tan habituales que parece difícil crear mayor conciencia sobre el sufrimiento de estas personas». Pero existe. Está ahí. En sus rostros marcados por historias de sufrimiento, cuyo entendimiento jamás llegaremos a alcanzar.
Nuestra obligación es perseverar en poner nombres y rostros a estas personas. Sin embargo, tenemos que admitir que no siempre lo logramos. Algunos dejan este mundo anónimamente, devorados por el mar.

Fotografías: Mohamad Ganam / MSF ©