“La discoexcusa”: Variaciones, svariacione, esvariacion, nesvariacio

Steve Reich Supongo que escribir cada semana una #discoexcusa me pone en un mood muy de persona mayor, porque es sentarme al teclado y me pongo a recordar mi primera juventud como si tuviera ahora la edad de mi abuelo (91 y contando).

Recuerdo que, recién llegado del pueblo y abriéndome a la vida social compleja, me encantaba discutir con todo el mundo.

Buscaba boca como matoncillo de taberna y gozaba con el subidón de adrenalina que supone atacar dialécticamente a cualquiera.

Con los años (ay, mi abuelo otra vez) me he ido haciendo cada vez más de los de Richard Dawkins, quien se ha negado en repetidas ocasiones a debatir con apologistas religiosos que pretenden aprovecharse del evento para darse bombo.

Me he ido relajando en mi afán de sangre y he pasado por una persona de trato agradable en cada vez más ocasiones.

Lamentablemente, esto ha dado lugar a que existan personas que crean que no debatir y escuchar atentamente implica compartir sus ideas (o su falta de ellas). Por lo tanto, en ocasiones, he tenido que mostrar mis «variaciones» que, al principio, han espoleado a los contrarios porque les parecían pequeños detalles nimios pero que, conforme iba avanzando la polémica, han demostrado lo que son: abismos de base y algunas cosas bastante claras.

Un prejuicio, a la lavadora… ¡y punto!

Ya comenté la semana pasada que plantear contras a Podemos te puede convertir en un fascista en según que círculos. Asimismo, divergir de la opinión de que ETA no puede ser analizada, sino solo condenada, te convierte en etarra de tomo y lomo.

Son tiempos de guerra, Sancho y, como tales, llaman al posicionamiento. Y no hay problema, oigan, que se posiciona uno y en paz, pero de ahí a que tenga uno que hacerse pasar por una caricatura…

Discuto hace unos días con unos defensores de la astrología como ciencia (¡tracatá!) y tardan escasos minutos en convertirme en obtuso mental por solicitar rigor científico y uso del método del mismo nombre para poder afirmar sandeces de ese calibre.

Niego la utilidad del rey, incluso en el proceso de transición (carcajada en tres, dos, uno…) y se interpreta que yo con franco vivía mejor. Bueno, supongo que me habrán confundido finalmente con mi abuelo y que no conocen a mi abuelo.

Si me llevo las manos a la cabeza porque Sanidad abre la mano para con los preparados homeopáticos a base de agüita y nada más, me acusan de que soy un defensor de las malvadísimas compañías farmacéuticas.

Cuando cuestiono las frases simplistas que se hacen pasar por psicología y que aparecen en las páginas de Facebook e, incluso, en los libros de autoayuda, casi se pone en duda que sea psicólogo colegiado.

Y si medito con las piernas cruzadas para entrenar mi mente, pero reniego de cualquier relación con las energías espirituales y el rama-lama-din-don, entonces me echan mal de ojo y recitan sutras para que el karma me de una soberana patada en la entrepierna cósmica.

Ahí ya no hace tanta gracia que uno tenga sus variaciones y se olvida eso que nos gusta tanto cacarear contra el pensamiento único.

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Steve Reich es un compositor gringo de lo mejorcito que hay con vida.

En su estudio de las variaciones, lo que él denominaba phase, realizó trabajos como este Live/Electric Music en el que un violín, o una grabación de voz que repite sin cesar «it’s gonna rain», se proyectan sobre sí mismos con una pequeña latencia que va acrecentándose a medida que avanza la partitura.

El resultado: un inicio que parece unísono a nuestros oídos pero que, poco a poco, va convirtiendo ambas líneas en divergentes, cruzándose y negándose como una suerte de mantra pagano con olor a ciencia.

En ocasiones forman una estructura casi de canto/contracanto en la que parecen conversar, pero en otras generan una estridencia disonante que estimula al oído y lo pone en guardia.

Es, reconozcámoslo, un disco difícil, sobre todo para una primera escucha. Un disco, como la mayoría de trabajos minimalistas, que nos exige. Requiere calma, escuchas y paciencia.

Requiere, en definitiva, lo que cualquier visión divergente del mundo.

No, no es música para fumados. Tampoco es una frikada porque sí. Como tampoco es un plato elitista servido sobre espuma de zanahoria.

Es una propuesta, damas y caballeros. Es una puerta a una percepción diferente de un mismo fenómeno, de una misma línea de pensamiento que, de tanto repetirse, creemos que solo puede ser una.

Nada más lejos de la realidad. Es momento, precisamente porque la cosa se ha puesto muy fea a nuestro alrededor, de tener un planteamiento valiente, crítico y, por ello, constructivo.

Como me inquiría una de las defensoras de la astrología, «percibo una enorme resistencia en tus frases. ¿Siempre eres así, o estás pasando por un momento?».

Pues no, no estoy pasando por un momento, estoy en una phase.

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Melómano, bibliófago, cinéfilo, multiinstrumentista, anarquista, vegetariano y guitarrista de CdeFlecha. Pago por que me peguen y a veces doy yo también. No creo en dios e incluso me cuesta creer en el vodka porque es transparente, y mira que me gusta. Aprovecho los discos que escucho para hablar de lo que pienso. Aprovecho lo que pienso para entretenerme mientras voy a comprar discos.

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