«La discoexcusa»: Etarra el que lo lea

Divine music  from a jailHay discos, como temas de discusión, que ya pensábamos pasados, fruto de otro tiempo que ya no volverá. Pero claro, hay discos, como temas de discusión, que aparecen en nuestra mano provenientes de la estantería o de un movimiento mal calculado del dedo en la pantalla táctil.

Son discos que recuerdas bien, a los que dedicaste mucho tiempo y escuchas, con los que tienes fuertes conexiones intelectuales, de opinión y emocionales.

Y, claro, te vuelves a ilusionar al haberlos encontrado e invitas a algún amigo para que comparta tu regocijo porque intuyes que, como tú, sabrá sacarle partido y lo atenderá con la suficiente enjundia.

El amigo atiende a tu llamada, se sienta de mala gana a tu lado (o de buena, depende de lo que se estime tu conocimiento musical), pulsas el play y suena aquella delicia que has rescatado
para bien de la humanidad.

Bueno, ¿qué me dices? ¿No te parece un disco emocionante?
Qué voz más rallante tiene el tipo este, ¿no? Porque es un tío, ¿verdad? ¡Qué frikada!

Trazo gordo (conmigo o contra mí)

No se le ocurre otra cosa a Pablo Iglesias que hablar de ETA. ¡De ETA! Espera, eso lo estudiaba yo en el cole… ETA… ¿eso no es lo del conflicto vasco? Si, joder, eso de la independencia y el estado español, lo de los guardias civiles y los atentados, lo de las declaraciones de los políticos y las políticas de represión de presos (valga la redundancia). ¿No fue eso sobre lo que Julio Medem hizo un documental que se llamaba ‘La pelota vasca‘? ¿Y no me salí del cine al acabar diciendo «joder, este tema es complejísimo»?

Pues se ve que no, que no es complejísimo, que es de una simpleza aplastante. Todo se reduce a que hay una postura correcta, la de alzar el grito sin planteamiento alguno, acríticamente, basándolo todo en las acciones terroristas y negando que bajo ellas exista lo que se dio en llamar «la cuestión vasca» y que hoy parece que ni es cuestión ni es nada; que es incuestionable.

La otra opción no es viable. Es, como siempre, la opción de no quedarse en la superficie (que no es negarla, sino reconocerla sólo como la dolorosa punta del iceberg), la opción de estudiar el tema con toda la profundidad y complejidad que parece parecía que tiene tenía.

De la cuestión vasca no se habla. Sobre ETA no se discute. Las posibilidades y las alternativas no se estudian. Se la condena rapidito, vamos, vamos, que se acaba el tiempo y entra la publicidad. O conmigo o contra mí.

Pablo Iglesias no es especial santo de mi devoción (a estas alturas, con santos a mí) y su modelo no me parece, ni por asomo, una solución, pero el pensamiento único está a años luz de lo que bulle en mi cabeza.

Hay un disco lleno de canciones emocionantes, compuesto cuando su intérprete estaba en la cárcel, cuyas letras hablan de valles, olmos, vientos, ríos, amores, dolor, montañas, la taiga entera.

Se llama ‘Divine music !om a jail’ y lo interpreta un Oidupaa Vladimir en estado de gracia, tocando el acordeón con una técnica a medio camino entre el virtuosismo académico y la simplicidad emocionante del músico callejero.

Tiene 18 cortes emocionantes, de una tristeza melancólica que se sitúa igual de poderosa y lacerante ya te lo imagines tocando sentado en la acera o en una yurta en mitad del campo abierto de Tuva (en la Federación Rusa).

Está ejecutado con un estilo propio que incluso lleva el nombre de su autor en cuanto a la forma de cantar. Tiene blues. Tiene pellizco. Tiene una mueca parecida a una sonrisa que se esfuerza en bailar pero con la lágrima en la comisura de los párpados.

Pero claro, tiene una voz compleja. Y un idioma complejo. Una forma de cantar que se nos escapa y que resulta de risa. Un idioma extraño que no vamos a ponernos a aprender a estas alturas.

Hay que responder rápido. El disco tiene que ser bueno o malo, una mierda o una obra maestra, tras los dos primeros compases.

Esa voz, esa voz, esa forma de cantar. ¿Por qué sumergirse en otra nueva escucha que puede abrir nuestro corazón y nuestra mente y quizá hasta hacernos mejores personas? No, mejor simplificamos y hacemos el chistecito paleto.

Nos hemos quedado sin llegar a entender ni la superficie de un conflicto, de una situación política, de una realidad, de un país, de un idioma, de una forma de cantar.

Se nos han quedado el corazón y el cerebro un poco más atrofiados, que es lo que quieren de nosotros.

bluebird Comunicación
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