A todos se nos llenó la boca diciendo «Je suis Charlie» tras los atentados de París. A todos, hasta a los que estarían mejor calladitos, se nos llenó la boca hablando de libertad de expresión, que no es más que hablar de libertad. Con mayúsculas. En negrita.
Dos días después de ese trágico 7 de enero en el que 12 personas fueron asesinados en la redacción de Charlie Hebdo, en otro lado del mundo el activista saudí Raif Badawi recibió 50 latigazos frente a la mezquita Al-Jafali en la ciudad de Yidda. Está condenado a recibir hasta 1.000, en series semanales de 50. Después de esta primera serie sus heridas eran tan terribles que un equipo médico pidió parar (hasta nuevo aviso) porque el desenlace podría ser fatal. ¿Su delito? Ejercer su derecho a la libertad de expresión.
Esta brutal condena se suma a la pena de 10 años de cárcel que cumple el activista saudí por haber puesto en marcha un sitio web de debate social y político en Arabia Saudí y por la acusación de insultar al Islam. Los cargos están relacionados con artículos escritos por Raif en los que criticaba a las autoridades religiosas de Arabia Saudí, así como escritos de otras personas publicados en su sitio web.
Desolador. Por eso, Amnistía Internacional ha puesto en marcha una campaña internacional con el fin de parar esta barbarie. Tu firma puede salvar su vida y demostrar que no se nos ha olvidado que fuimos Charlie, que no hay víctimas de primera, de segunda y hasta de tercera, que la libertad de expresión es un derecho fundamental por el que jamás debemos dejar de luchar.
Raif es uno de los muchos activistas perseguidos en Arabia Saudí por expresar sus opiniones a través de Internet. Las redes sociales son increíblemente populares en un país donde la gente no puede expresar sus opiniones abiertamente en público. Las autoridades han respondido a este aumento del debate online vigilando los sitios de redes sociales e incluso intentando prohibir algunas aplicaciones informáticas.
Fotografía: Amnesty Finland ©