Se dice que el tiempo todo lo cura. Se dicen tantas mentiras… Todos los que alguna vez perdimos, sabemos que el tiempo no cura una mierda. Si acaso aplaca los síntomas visibles del dolor, que quedan agazapados esperando que llegue algo que te recuerde que perdiste. Que eso que te hacía estar viva (viva de verdad) se esfumó.
Y como lo sé, me acuerdo de los 2.200 palestinos que Israel asesinó en la operación Margen Protector, que comenzó hace justo un año. No sé sus nombres, pero sé que tenían un nombre. No conozco a sus familias, pero sé que siempre habrá algo que les recuerde que perdieron. 551 eran niños. Bajitos a los que apenas les dio tiempo a ser locos. Hijos, hermanos, amigos… Personas, aunque este término se nos queda grande en un mundo que permite el genocidio. Especialmente en un mundo que permite que el genocidio quede impune.
Vuelve la rabia, la impotencia y el sinsentido. La muerte nunca debería ser una opción, ni siquiera la última. Y esta falsa guerra parece no tener fin. Ni lo tendrá mientras la comunidad internacional siga mirando hacia otro lado y la industria armamentística siga dominando las vidas de los que ya no están vivos de verdad.
Fotografía: Hamza Daoui ©