Quousque, González Quirós?

Cristina Seguí le ha concedido un arrebato al periódico El Mundo que, si bien no pasará a los anales de las perlas políticas, sí apunta claramente al significado que esconde detrás. Cristina Seguí está muy enfadada, después de que – desde su partido político– la tildaran de “prostituta” por decir que se hace ‘selfies sexies’, y en respuesta ha denunciado a los dirigentes del partido de lucrarse con él. La cultura de la violencia, como se puede ver, no pasa de moda.

“Vox necesita hacer una limpieza”, cita el periódico de las palabras de Cristina. Si usted todavía conserva su vivienda, seguramente entenderá que la sede del partido –su casa metafórica– está sucia y desordenada y necesita lo que el resto de las casas: adecentar y perfumar, ya sea echando la ropa sucia a la lavadora o sacando brillo a los muebles. Sin embargo, no deja de resultar llamativo que una agrupación tan reciente precise de estos cuidados tan pronto. Pero  no hablamos de la usual limpieza doméstica.

Como todo arte que ha devenido en ciencia, la política ha adquirido un lenguaje propio, que más bien es un significado oculto, exclusivo para las ‘iniciadas en el arte’, como gustan de decir los círculos místicos y esotéricos. Podríamos hablar incluso de un lenguaje técnico, donde las relaciones semánticas y gramaticales están fijadas por mentes pretéritas. Y Cristina, en su lucha de poder, ha optado por el arma más peligrosa: el fuego.

¿Hasta cuándo, Catilina? Cicerón comenzaba de esta manera la arenga que, míticamente, volvió al senado romano en contra del sedicioso patricio, que acabó expulsado a gritos. En su exposición, el orador denunció los crímenes cometidos para usurpar el poder, identificando cada hecho con cada infame valor moral de Catilina, mientras ensalzaba las virtudes de Roma, soportando y permitiendo sus acciones. Cicerón desató un incendio que convirtió todas las posibilidades de su adversario en cenizas, y purgó la República de otra conspiración. Las llamas políticas demuestran tener, entonces y antes aún, un inmenso valor.

Desde que los partidos mayoritarios decidieran legitimar la violenta ascensión al poder dentro de sus organizaciones mediante sufragios internos, presenciamos una procesión continuada de figuras en el escenario político que participan en flamígeros escándalos y se apartan de los focos mediáticos. Ocurre con tanta asiduidad que una espectadora –que aprendiera de nosotras en un libro de historia– podría pensar que existe una máquina de recambios políticos. Del mismo modo que hay suplentes en un equipo de futbol.

Pero, el futbol y la política no son la misma cosa. ¿No? Mientras nuestra espectadora vuelve hasta la F, pasando las hojas con la mente, saltemos nosotras hasta la R.

‘Regeneración’ es la palabra que buscamos ya que, del mismo modo que las ‘elecciones primarias’ del PSOE propagaron la etiqueta ‘Aprobado Democráticamente’, esta es la consigna que acompañó a la deflagración. Sin embargo, el regusto después de cada proceso interno es que el discurso más exclusivista y conservador es el que gana siempre. Pocas nuevas ideas o propuestas llegan con las opciones vencedoras, mucho menos acciones que demuestren su diferencia con la etapa anterior.

La que recuerdo con más cariño, por su jocosidad y su sentido del humor –la que aparentaba ella y el que tuvo con sus propias votantes–, es la del Partido Popular. Me recordaba un poco a Benny Hill, cuando veía a Mariano y a Esperanza correr de un lado a otro buscando apoyos para su candidatura. Los demás ‘procesos internos democratizadores’ de partidos políticos han sido, cuando menos, otro baño de sangre, como nos recuerda Josep Borrell desde su exilio en Italia.

La regeneración, tal y como la podemos entender de forma usual, es la renovación del género. Si estamos en una pescadería, advertimos esto por su olor, sus ojos muertos o sus pinzas insolentes. Al igual que la tienda no va a la ruina porque le se termine el pescado fresco, la regeneración política no implica necesariamente la ejecución sumaria de nadie –aunque Vidal Cuadras y González Quirós ya conocen su destino si Abascal gana en Septiembre– y sí la autocrítica pública, la defensa de los derechos de las personas y el diálogo constructivo.

La ingenuidad política de Cristina –su última línea de defensa cuando el chovinismo reaccione– y el cinismo de Vox hacen esta noticia más propia de @revistamongolia que de medios de comunicación dedicados a emplear su poder de influencia en mejorar la situación actual. Sí, esa que, por culpa de una oligarquía bien reconocida y orgullosa de ello, sufrimos todas las demás.

Bien pensado, quizá Revista Mongolia sí sea uno de esos medios, de los que hay realmente muy pocos. Tantos como quienes recuerdan que la República romana convirtió a Cicerón en dictador para acabar con Catilina.

bluebird Comunicación
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