Mañana es 7 de noviembre y la vida me ha colocado lejos de Madrid en esta ocasión. No podré estar con mis compañeras en la Marcha Estatal Contra las Violencias Machistas, exigiendo algo tan sencillo como que la violencia machista sea considerada una cuestión de estado.
¿No lo es acaso el terrorismo?
Pero, Pilar, por favor… Qué cosas tienes… No compares, por favor. ¿No?
Desde el año 1995, 1378 mujeres han sido asesinadas por el terrorismo machista. En lo que llevamos de año se han contabilizado 70 feminicidios y otros asesinatos de mujeres cometidos por hombres: sólo en el verano de 2015 han sido asesinadas 37 mujeres y ocho menores a manos de sus parejas, padres o parejas de sus madres. Mujeres y menores sufren violencia patriarcal en múltiples formas. Y esto sólo es la punta del iceberg.
Los datos hablan por sí mismos mientras muchas mujeres, cada día, se ven obligadas a callar, porque tienen miedo… Miedo a no estar a la altura, miedo a no poder decidir, miedo a ser despedidas, miedo a ser despreciadas, miedo a ser golpeadas, miedo a que las maten. Porque la realidad es que nos juzgan, nos «paternalizan», nos anulan, nos agreden, nos matan. Nos asesinan. Y la cosa no mejora.
En los últimos años hemos padecido los recortes sistemáticos en los recursos públicos generales, en los derechos sexuales y los derechos reproductivos, recortes en la interrupción voluntaria del embarazo de las menores de entre 16 y 17 años y recortes en los recursos especializados contra las violencias machistas. La cultura patriarcal nos culpabiliza sin que la sociedad, los medios de masas y los poderes públicos se enfrenten a los mitos misóginos y anti feministas.
Por eso, y aunque mañana no pueda estar en Madrid, el 20 de diciembre iré a votar y nos tendré a todas presentes —a las que vivimos y a las que murieron—. Esto también es luchar contra la violencia machista, no apoyar a quienes no la combaten con todas sus fuerzas. Pero yo sí, yo me quiero viva, yo nos quiero vivas.